El marinero fantasma
El marinero fantasma es uno entre los muchos misterios que han rodeado siempre a Cristobal Colón y el descubrimiento de América. ¿Existió realmente ese marinero o su existencia solo fue una mera conjetura, debido a la seguridad con que el almirante navegaba hacia las nuevas tierras?
Cómo se descubrió el nuevo mundo
Cerca del año mil y cuatrocientos y ochenta y cuatro, uno más o menos, un piloto natural de la Villa de Huelva, en el condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño, con el cual contrataba por la mar y llevaba de España a las Canarias algunas mercancías que allí se vendían bien, y de las Canarias cargaba de los frutos de aquellas islas y los llevaba a la isla de la Madera, y de allí se volvía a España cargado de azúcar y conservas. Andando en esta su triangular contratación, atravesando de las Canarias a las islas de Madera, le dio un temporal tan recio y tempestuoso que, no pudiendo resistirle, se dejó llevar de la tormenta y corrió veinte y ocho o veinte y nueve días sin saber por donde ni adónde, porque en todo este tiempo no pudo tomar la altura por el sol y por el Norte.
Padecieron los del navío grandísimo trabajo en la tormenta, porque ni les dejaba comer ni dormir. Al cabo deste largo tiempo se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla; no se sabe de cierto cuál fue, más de que se sospecha que fue la que ahora llaman Sancto Domingo; y es de mucha consideración que el viento que con tanta violencia y tormenta llevó aquel navío no pudo ser otro sino el solano, que llaman leste, porque la isla de Sancto Domingo está al poniente de las Canarias, el cual viento, en aquel viaje, antes aplaca las tormentas que las levanta. Más el Señor Todopoderoso, cuando quiere hacer misericordias, saca las más misteriosas y necesarias de causas contrarias, como saco el agua del pedernal y la vista del cielo del lodo que le puso en los ojos, para que notoriamente se muestren ser obras de la miseriación y la bondad divina, que también usó desta su piedad para enviar su Evangelio y luz verdadera a todo el Nuevo Mundo, que tanta necesidad tenía della, pues vivían o, por mejor decir, perecían en las tinieblas de la gentilidad e idolatría tan bárbara y bestial como en el discurso de la historia veremos.
El piloto saltó en tierra, tomó el altura y escribió por menudo todo lo que vio y lo que le sucedió por el mar a ida y a vuelta, y, habiendo tomado agua y leña, se volvió a tiempo, sin saber el viaje, tampoco a la venida como a la ida, por lo cual gastó más tiempo del que le convenía. Y por la dilación del camino les falto el agua y el bastimento; de cuya causa, y por el mucho trabajo que a ida y venida habían padecido, empezaron a enfermar y a morir de tal manera que de diez y siete hombres que salieron de España no llegaron a la Tercera más de cinco, y entre ellos el piloto Alonso Sánchez de Huelva. Fueron a parar a la casa del famoso Cristóbal Colón, ginovés, porque supieron que era gran piloto y cosmógrafo y que hacía cartas de marear, el cual los recibió con mucho amor y les hizo todo regalo por saber cosas acaecidas en tan estraño y largo naufragio como el que decían haber padecido. Y como legaron tan descaecidos del trabajo pasado, por mucho que Cristóbal Colón les regaló, no pudieron volver en sí y murieron todos en su casa, dejándole en herencia los trabajados que les causaron la muerte, los cuales aceptó el gran Colón con ánimo y esfuerzo que, habiendo sufrido otros tan graves y aún mayores (pues duraron más tiempo), salió con la empresa de dar el Nuevo Mundo y sus riquezas a España, como lo puso por blasón de sus armas, diciendo: «A Castilla y a León, Nuevo Mundo dio Colón».
Quien quisiere ver las hazañas de este varón, vea la historia general de las indias De Francisco López de Gómara escribió, que allí las hallará, aunque abreviadas, pero lo que más loa y engrandece a este famoso sobre los famosos es la misma obra deste conquista y descubrimiento. Yo quise añadir esto poco que faltó a la relación de aquel antiguo historiador, que, como escribió lejos de donde acaecieron estas cosas y la relación se la daba yentes y vinientes, le dijeron muchas cosas de las que pasaron, pero imperfectas, y yo las oí en mi tierra a mi padre y a sus contemporáneos, que en aquellos tiempos la mayor y más ordinaria conversación que tenían era repetir las cosas más hazañosas y notables que en sus conquistas habían acaecido, donde contaban la que hemos dicho y otras que adelante diremos, que, como alcanzaron a muchos de los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo, hubieron dellos la entera relación de semejantes cosas, y yo, como digo, las oí a mis mayores, aunque (como muchacho) con poca atención, que si entonces la tuviera pudiera ahora escrebir otras muchas cosas de grande admiración, necesarias en esta historia. Diré las que hubiere guardado la memoria, con dolor de las que ha perdido.
El muy reverendo padre Joseph de Acosta toca también esta historia del descubrimiento del Nuevo Mundo, con pena de no poderla dar entera, que también falto a su Paternidad parte de la relación de este paso, como en otros más modernos, porque se habían acabado ya los conquistadores antiguos cuando su Paternidad pasó a aquellas partes, sobre lo cual dice estas palabras, Libro primero, capítulo diez y nueve: “Habiendo mostrado que no lleva camino pensar que los primeros moradores de Indias hayan venido a ellas con navegación hecha con ese fin, bien se sigue que si vinieron por mar haya sido acaso y por fuerza de tormentas el haber llegado a Indias, lo cual, por inmenso que sea el Mar Océano, no es cosa creíble. Pues así sucedió en el descubrimiento de nuestros tiempos cuando aquel marinero (cuyo nombre aún no sabemos, para que negocio tan grande no se atribuya a otro autor sino a Dios), habiendo por un terrible e inoportuno temporal reconocido el Nuevo Mundo, dejó por paga del buen hospedaje a Cristóbal Colón la noticia de cosa tan grande. Así pudo ser” etc. Hasta aquí es del Padre Maestro Acosta, sacado a la letra, donde muestra haber hallado su Paternidad en el Perú parte de nuestra relación, y aunque no toda, pero lo más esencial della.
Este fue el primer principio y el origen del descubrimiento del Nuevo Mundo, de la cual grandeza podría loarse la pequeña villa de Huelva que tal hijo crió, de cuya relación certificado Cristóbal Colón, insistió tanto en su demanda, prometiendo cosas nunca vistas ni oídas, guardando como hombre prudente el secreto dellas, aunque debajo de confianza dio cuenta de las a algunas personas de mucha autoridad acerca de los Reyes Católicos, que le ayudaron a salir con su empresa, que, si no fuera por esta noticia que Alonso Sánchez de Huelva le dio, no pudiera sola su imaginación de cosmografía prometer tanto y tan certificado como prometió ni salir tan presto con la empresa del descubrimiento, pues, según aquel autor, no tardó Colón más de sesenta y ocho días en el viaje hasta la isla Guanatianico, con detenerse algunos días en la Gomera a tomar refresco, que, si no supiera por la relación de Alonso Sánchez que rumbos había de tomar en un mar tan grande, era casi milagro haber ido allá en tan breve tiempo.
Fuente: Colección Autores Peruanos.
Comentarios reales de los Incas – Tomo I
Inca Garcilaso De la Vega
Editorial Universo SA
Lima – Perú –
Fue publicado por primera vez en 1609 Por la editorial de Pedro Crasbeeck en Lisboa. Dedicado a Catalina de Braganza quien, como nieta del rey Manuel I, fue legítima candidata al trono de Portugal, que sería ocupado por Felipe II desde 1578 a 1640. Sobre la base de esa legitimidad, su nieto Juan II de Braganza, reinaría más tarde con el nombre de Juan IV.