Bernardo de Boyl – Primer apóstol de América –
Los Reyes Católicos recibieron en Barcelona a Cristóbal Colón, a la vuelta de su primer viaje. Al emprender el regreso a las nuevas tierras descubiertas, el almirante recibió de los reyes instrucciones muy precisas, ordenándole que trabajase por atraer a los moradores de aquellas islas a la fe católica.
El día 26 de septiembre de 1493, salía Cristóbal Colón de Cádiz, en su segundo viaje. Entre los 1500 hombres que llevaba con él viajaba, como delegado de su Santidad, un fraile perteneciente a la Orden de los Mínimos, llamado Bernardo de Boyl. Le acompañaban, según Narcís Felíu de la Peña, 12 monjes de Montserrat, número que corrobora el P. Marcilla y Francisco López de Gómara.
Bernardo de Boyl había nacido en 1440 en el pueblo de Zaidín, provincia de Huesca, enclavado en el entonces reino de Aragón.
Parece que fue compañero de infancia de Fernando el Católico, quien siempre lo tuvo por hombre de su confianza y a quien, a lo largo de toda su vida, le encargó no pocas delicadas misiones diplomáticas.
Aunque de niño ya había sido tonsurado, no fue hasta 1480 cuando se “convirtió”, y abandonando la Corte se hizo ermitaño; primero en la ermita de Nuestra Señora de la Abellera de Prades y luego en Montserrat.
Estando ya en el monasterio de Montserrat, se ordenó en Barcelona de subdiácono, el 16 de junio de 1481, de diácono seis días después, y de presbítero en diciembre del mismo año, en la iglesia de Santa María del Pino, de Barcelona.
Bernardo de Boyl, en un viaje por causa de una misión diplomática, conoció en Tour, Francia, a San Francisco de Paula, el fundador de los ermitaños Mínimos. Tras cumplir la misión que le había sido encomendada, regresó a Tours para ingresar en la orden de los Mínimos. Poco tiempo después volvería a España obteniendo permiso de los Reyes Católicos para fundar en Castilla y en Aragón.
A petición del Rey Católico, el 25 de junio de 1493, el papa Alejandro VI le nombró primer vicario apostólico de las Indias occidentales, y como tal fue a América en el segundo viaje de Cristóbal Colón que partió el 25 de septiembre de ese mismo año, siendo el primer apóstol de América.
Al llegar a la Española, encontraron que el Fuerte Navidad había sido destruido y los 39 hombres que permanecieron estaban muertos. Colón decidió entonces fundar una nueva población más al este de la isla de La española, junto a un río y en medio de una pequeña ensenada. En el mes de diciembre se inició la edificación y el seis de enero siguiente, se celebraba la primera misa en el Nuevo Mundo en la nueva ciudad a la que llamaron Isabela.
Pero Bernardo de Boyl no pudo permanecer mucho tiempo en las nuevas tierras, un año después de su llegada, en diciembre de 1494, enfermo de cuerpo y de alma por los enfrentamientos tenidos con Colón, regresó a la península.
Las duras y amargas quejas que acumuló contra la actuación de Colón lo llevaron a denunciar los hechos ante los Reyes Católicos, a quienes expuso que Colón era despótico con todos y que esclavizaba a los naturales.
Esas quejas sobre el almirante fueron corroboradas por el conquistador, Pedro Margarit, quien viajó con él, tanto en la ida como en la vuelta.
Los reyes tuvieron muy en cuenta lo escuchado de aquellos testigos directos en torno a lo que estaba pasando en los nuevos territorios y cambiarían su política, iniciándose con ello toda una política de pensamiento crítico, de repercusiones universales.
Pero Bernardo de Boyl, a pesar de que siempre manifestó que su voluntad era el retiro, siguió siendo requerido para prestar numerosos encargos para los reyes, debido a sus evidentes cualidades diplomáticas. Finalmente, después de prestar sus servicios al Cardenal Cisneros, pudo retirarse en el monasterio de San Miguel de Cuxá, en las faldas del Canigó, en la región del Rosellón. Allí fue abad hasta su muerte, ocurrida el 13 de febrero de 1520.
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