Colón, un enigma de la historia
Cristóbal Colón siempre ha sido un nombre lleno de enigmas sin resolver. Tal vez, fue su propia manera de proceder la que provocó que fuera así. Al parecer, nunca contaba lo mismo ni contaba todo a su interlocutor.
*Donde nació. A estas alturas, parece lo más probable que naciera, el 31 de octubre de 1451, en la república de Génova que, en aquella época, era tierra de avezados marinos y activos comerciantes.
La mayoría de los que convivieron con él o compartieron su proyecto de navegación se referían a Colón como “el genovés”. Sin embargo, la única manifestación de que así fuera hecha por el mismo Colón fue con ocasión de la institución de mayorazgo fundado sobre su hijo, en donde se reconoce como nacido en Génova.
En opinión del notable intelectual y estudioso de la conquista americana, Salvador de Madariaga, el enigma sobre la razón que le llevó a ser tan esquivo en cuanto a su lugar de origen, haya sido que, de una u otra manera, Colón pertenecía a la comunidad judía y necesitaba ocultarlo para no ser puesto en entredicho, debido a los prejuicios imperantes en aquella época en contra de los judíos.
*Su vida antes de las Indias. Desde joven vivió en el mundo de los viajes por mar, y fue en aquellos años cuando conoció algunas islas del mar Egeo. También se le han supuesto actividades corsarias al servicio de la casa de Anjou, en contra de los intereses aragoneses en Nápoles.
No está muy claro como llegó a Portugal, pues los relatos de su hijo Hernando, que habla de un naufragio a resultas de un combate naval, parece ser incierto. Según ese relato, hacia 1476 el barco en el que viajaba se fue a pique debido al ataque de un barco francés. Cristóbal Colón, aferrado a un trozo de madera, fue capaz de llegar a las costas portuguesas.
Lo que sí es cierto es que, durante casi 10 años, estuvo casado con Felipa Moniz de Perestrello y con ella vivió en Portugal como agente de la Casa Centurión; como tal realizó varios viajes por la costa africana: Guinea, Canarias y otras islas de la Macaronesia, así como por países del norte de Europa, Inglaterra e Irlanda, llegando incluso a viajar a Islandia.
*Cuáles eran sus conocimientos. No se sabe que cursara estudio alguno y fue su larga experiencia en el mar y su inteligencia natural para seleccionar la información que por uno u otro conducto le llegó, lo que le llevó a forjarse su propio entendimiento en cuestiones tales como la redondez de la tierra, las distancias entre continentes o las corrientes marinas del Océano Atlántico.
Sus fuentes bien pudieron ser los estudiosos clásicos, Ptolomeo, o el fenicio Marino de Tiro, entre otros, quienes ya hablaban de la redondez de la tierra, de sus medidas y de la conexión de todos los mares en torno a la esfera del mundo. Notable influencia tuvo en su visión de la posibilidad del viaje el texto del pseudoprofeta Esdras; así como las, en aquella época, más recientes teorías del florentino Paolo Toscanelli, quien conocía bien la obra geográfica de Ptolomeo, había estudiado los viajes de Marco Polo y había reunido información de distintos viajeros. Sin embargo, las medidas que aportaban sus conclusiones, como más tarde se vería, estaban muy lejos de lo que acabó evidenciando la realidad.
También se cuenta que Colón pudo tener acceso a datos muy clarificadores sobre los viajes atlánticos a través de la documentación de su suegro, Bartolomeu Perestrelo, quien, aunque ya muerto, dejó escritas sus experiencias como navegante y conquistador de las islas del mar Atlántico.
Otro dato a tener en cuenta, es que el hermano de Cristobal Colón, Bartolomé, quien vivió con él en Portugal, era cartógrafo y amante del mar como él mismo. Ambos debieron entregarse a fondo al estudio de las posibilidades del viaje a través del mar desconocido y profundo que se abría a su alrededor.
*Sus encuentros. Cuentan cronistas de la época, que Colón estaba en posesión de información privilegiada antes del inicio del viaje. Fray Bartolomé de las Casas o el Inca Garcilaso, afirmaban que Colón había tenido contacto, en las islas de Madeira, con un navegante, náufrago, a quien ayudó a bien morir y, en agradecimiento, este le entregó cartas náuticas o le puso en conocimiento de la ruta y de los vientos para navegar hacia el poniente con un destino cierto.
Incluso a este navegante, el Inca Garcilaso le puso nombre: Alonso Sánchez de Huelva.
Muchos años después se han encontrado coincidencias muy precisas sobre la posibilidad de que ese marino del que hablan los cronistas fuese Pedro de Convides, almirante de la armada de Castilla, desaparecido en el Atlántico durante un combate naval.
Lo cierto fue que, cuando a Colón, ya viudo y con un hijo, le fue rechazado su proyecto viajero en la corte de Portugal, decidió venir a la corte de los reyes católicos.
Una vez en Castilla, sus primeros pasos le encaminaron al monasterio de la Rábida, en donde los frailes del monasterio tenían misiones apostólicas en las islas atlánticas y entendían, por tanto, de asuntos del mar. Allí se encontraría con los monjes fray Juan Pérez y con fray Antonio de Marchena. Más tarde, estos mismos monjes le pusieron en contacto con Fray Hernando de Talavera e incluso con el cardenal Cisneros, hombres influyentes en la Corte castellano-aragonesa.
La primera entrevista de Colón con los reyes tuvo lugar en Córdoba, más tarde en Málaga, y así continuaron los encuentros hasta que finalmente, después de años de negativas, en abril de 1492, se firmaron las capitulaciones de Santa Fe, con ello comenzaron los viajes hacia la búsqueda de la tierra de las especias.
*Sus obsesiones. Colón, en cada una de las expediciones que realizó a través del Atlántico, siempre viajó con la idea de encontrarse con Oriente, Catay y Cipango, es decir, con China y Japón, con la finalidad de hallar en aquel destino el ansiado oro y las codiciadas especias.
Se dice que nunca, a lo largo de sus cuatro viajes, se dio cuenta del mundo al que había llegado; sin embargo, una tranquila lectura de cuanto dejó escrito el Almirante, parece dar a entender que, tras su tercer viaje, intuyó que se hallaba ante una tierra muy grande y, a su vez, completamente desconocida.
Sobre Colón se han escrito cientos de biografías, de estudios; sobre él hay centenares de referencias, de suposiciones, de conjeturas. Lo cierto es que murió enfermo y olvidado de todos pero, sin duda, la historia nunca ha podido ignorar que Cristobal Colón fue un «elegido».
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