Gonzalo Fernández de Oviedo -etnógrafo-
Ha costado tiempo y un estudio pormenorizado en torno a la documentación de la época, el poder llegar a una versión objetiva de la figura histórica de Fernández de Oviedo. Hernando Colón y Bartolomé de Las Casas, por distintas razones, no fueron generosos con su figura. Pero lo cierto fue que, en 1532, el propio emperador Carlos V lo nombró primer cronista de las Indias recién descubiertas.
Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, era descendiente de una familia hidalga de origen asturiano. Nació en Madrid en 1478 y desde niño vivió en la Corte. De su época de servicio al príncipe Juan, el heredero de los reyes católicos, datan los primeros escritos con el Libro de la Cámara del Príncipe Juan. Al morir este, tuvo que buscarse otras ocupaciones, pasando a Italia, en donde adquirió gusto por los estudios y estuvo en contacto con humanistas de la época. Entre otros oficios, sirvió de secretario al Gran Capitan hasta que decidió volver a Madrid, en donde el rey Fernando le confió la compilación de noticias sobre los reyes de España que finalizaría 27 años después; el documento se llamó Catálogo real de Castilla y de todos los reyes de las Españas de Nápoles y Sicilia.
Era, por lo tanto, escribano público desde 1507.
Años más tarde obtuvo algunos cargos relacionados con actividades en el Nuevo Mundo, partiendo hacia las Indias por primera vez en abril de 1514 con la armada encabezada por Pedro Arias Dávila, de donde regresó poco después para dar cuenta de los desmanes que allí se cometían.
A su llegada a la península, el rey Fernando el Católico acababa de morir y hubo de esperar a su sucesor, Carlos I. Ante él formularía una solicitud para poblar y gobernar la región de Santa Marta, en el nuevo continente y a lo largo de su vida, realizó varios viajes de ida y vuelta a las Indias. Allí vivió en varias islas antillanas. Finalmente, sería nombrado alcalde de la fortaleza de Santo Domingo, en donde se instaló y en ese lugar, ejercería su nombramiento de cronista de Indias, encargándose de recopilar las noticias a cerca de todos los territorios descubiertos.
Fue un observador atento que analizó al detalle la flora y la fauna del Nuevo Mundo. Su obra cumbre fue la Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme, una enciclopedia, que lo instituyó como el primer cronista e historiador del siglo XVI.
Se trató de un proyecto global de historia de la conquista de las
nuevas tierras y su descripción geográfica, física, botánica,
zoológica y etnográfica.
Ya en 1526, estando en España después de su segundo viaje a las Indias, compuso e hizo imprimir un Sumario de la Natural Historia de las Indias. Obra breve que preludiaba páginas más dilatadas acerca de las maravillas del orbe nuevo que llegó a transformarse en un clásico de la etnografía y la antropología.
En este primer ensayo, tras una breve disquisición sobre la navegación al Nuevo Mundo, trata de las islas de La Española, Cuba y otras islas antillanas ya conocidas, así como de Tierra Firme, ocupándose de los habitantes y sobre todo de los animales y vegetales.
Más adelante, al componer definitivamente el texto, relata acontecimientos que van de 1492 a 1549. La primera parte de la obra se imprimió en 1535; Hacia 1542 la segunda parte estaba preparada para su impresión, pero quedó interrumpida por la muerte del autor en 1557.
Al fin, los cuatro volúmenes de la obra se editaron varios siglos más tarde, entre los años 1851 y 1855. La Academia de la Historia fue la encargada de su publicación, estando bajo el cuidado y la supervisión de José Amador de los Ríos.
Parece ser que en este último texto, el orden geográfico utilizado por su autor fue reemplazado por otro inspirado en la Historia Natural de Plinio el Viejo, quien contemplaba, primero, los vegetales subdivididos en plantas cultivadas, árboles y hierbas; después, los animales, comenzando por los terrestres, siguiendo con los acuáticos y aéreos y terminando con los insectos.
En su tiempo, sus apreciaciones fueron estudiadas con mucho detalle y en algunos aspectos denostadas por personajes de su época como Bartolomé de las Casas, quien tenía una visión muy diferente del mundo descubierto, en especial de los indígenas. Fernández de Oviedo contemplaba a los pobladores de las nuevas tierras desde un punto de vista realista, sin ánimo evangélico y los describía crudamente como practicantes de sacrificios humanos y antropófagos, con una cultura plagada de supersticiones y muy aficionados al ocio.
A pesar de las confusiones en torno al lugar de su muerte, hoy se sabe que Gonzalo Fernández de Oviedo falleció en la isla de Santo Domingo en el año 1557.
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