Guillermo de Orange Nassau -El Taciturno-
El emperador Carlos abdicaba en la ciudad de Bruselas, en octubre de 1555, retirándose al monasterio extremeño de Yuste hasta el final de su vida.
Bajo su mano, y sirviéndole de apoyo, estaba el joven Guillermo de Orange Nassau. Felipe II, sucesor e hijo del emperador, pondría años más tarde precio a su cabeza.
Guillermo de Orange Nassau, conocido como «el Taciturno», nació en la ciudad alemana Dillenburg, en una familia noble y rica convertida al protestantismo. Él creció en la corte del emperador Carlos V, educándose como católico y siendo su protegido. Tuvo la oportunidad de realizar una rápida y brillante carrera militar y siempre estuvo muy bien considerado.
Ausente ya Carlos V, en los primeros años del reinado de Felipe II formó parte del Consejo de Estado de Flandes, encargado de asesorar a su gobernadora, la princesa Margarita de Parma.
Los problemas surgieron cuando Guillermo de Orange es sustituido en la silla del Consejo, junto a la gobernadora, por el cardenal Antonio Perrenot de Granvela. Orange le atribuía representar el intento centralizador de Felipe II y el rigor de la persecución de la herejía calvinista, que se había recrudecido entre la nobleza flamenca. A partir de ese momento, se negó a asistir a las sesiones del Consejo hasta que Felipe II accedió a retirar al cardenal, pero los problemas ya habían comenzado en los Países Bajos.
En el verano de 1566 el pueblo, desesperado por el alza de los precios de los cereales, debido al crudo invierno de 1565, y exaltado por los calvinistas, desencadenó un saqueo de iglesias y monasterios, con destrucción de altares e imágenes. Guillermo de Orange aconsejó a la gobernadora una política de concesiones, pero Margarita, urgida desde Madrid, desautorizó el convenio y exigió a los altos cargos y funcionarios un juramento de servir al Rey. Orange fue uno de los pocos que se negó a prestarlo, dimitió de sus cargos y en abril de 1567 se retiró a sus dominios alemanes.
En los años siguientes y bajo la enérgica gobernación del duque de Alba, Orange intentó la rebelión en varias ocasiones, pero solo consiguió que la revuelta general se consolidara cuando los «mendigos del mar» tomaron la ciudad marítima de Briel, al tiempo que el hermano de Guillermo, Luis de Nassau, quien luchaba con los hugonotes en Francia, consiguió que el rey francés le permitiera entrar en los Países Bajos con tropas hugonotes.
Después del duque de Alba, los demás gobernadores: Luis de Requesens, Juan de Austria y Alejandro de Farnesio afrontaron la toma, saqueo y liberación de ciudades, batallas, disturbios sin número en lo que pareció una unión de todas las provincias contra el dominio español y su única religión, la católica. Finalmente, en un sector opositor a Orange salió a la luz la preocupación general de la nobleza de las ciudades del Sur ante la expansión del extremismo calvinista en Flandes y Brabante, donde saqueaban iglesias y perseguían a los católicos; por ello resultaron vanos los esfuerzos de Orange para reconstruir la unidad de los Países Bajos sobre la base de la libertad religiosa y el territorio quedó dividido en las provincias en el Norte con la «Unión de Utrech» en la que se refugiaron los calvinistas y en el Sur la «Union de Arrás» para los católicos.
Fue entonces cuando Felipe II, a sugerencia del cardenal Perrenot de Granvela, puso precio a la cabeza del Taciturno. Orange respondió con su famosa Apología, presentada ante los Estados Generales reunidos en Delf en diciembre de 1580.
Las «floridas» diatribas de las que estaba poblado el documento, redactado por su capellán Villiers y por el panfletario hugonote Hubert Languet, no deja títere con cabeza: el rey es tratado de asesino, incestuoso, con indignas referencias a su débil posición ante la inquisición y sus abusos; es atacado además por ser el señor de un pueblo ávido de conquista con una marcada capacidad para la traición y la crueldad, que está en posesión de un instinto natural agresivo, puesto de manifiesto con las matanzas de indios perpetradas en las Indias.
El difamatorio escrito circuló por las cortes europeas y fue una de las bases de la leyenda negra, que él y sus partidarios supieron alentar mediante valiosas colaboraciones, como los talleres del reputado grabador Theodor De Bry. Juntos, como si se tratara de una adiestrada legión, y utilizando recursos basados en los textos de los cronistas de Indias, de otros extraños y odiosos viajeros, así como de la novísima imprenta, dieron alas a sus falsedades sin límite.
Orange continuó con sus intentos de unificar los Países Bajos pero se equivocó en su política profrancesa, y en
el verano de 1583, sintiéndose incómodo en Amberes, determinó trasladarse a Delf.
Había escapado a una tentativa de asesinato perpetrada un año antes contra él, pero esta
segunda vez tuvo peor suerte, el 10 de julio de 1584, el borgoñón Baltasar Gérard le asesinó con un tiro de pistolete.
Fuentes: RAH, Guillermo de Orange Nassau
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