Hernán Cortés -Rumbo a lo Desconocido-
Con Hernán Cortés a la cabeza, en febrero de 1519, empezaba una de las epopeyas más extraordinarias de la Historia. En la conquista de México, Cortés fue un gran aliado de quienes le aceptaron y un implacable combatiente con quienes no lo hicieron.
Después de las dos primeras expediciones hacia el norte de la Tierra Firme que habían partido de Cuba, ordenadas por Diego Velázquez de Cuéllar, en 1518, Hernán Cortés fue elegido para encabezar una tercera expedición. Sin intervención alguna de la Corona, la empresa estaba costeada por el gobernador Velázquez, el contador Amador de Lares, Andrés de Duero y el propio Cortés, que invirtió en ella la totalidad de su hacienda.
Disponían de cinco barcos y una fuerza importante: 508 infantes, un centenar de hombres de mar, 16 jinetes con sus caballos, 32 ballesteros y 13 arcabuceros, más algunas piezas de artillería ligera.
En el último momento, Diego Velázquez, temeroso de ser traicionado, se arrepintió de haber encargado a Cortés la expedición y ordenó que el viaje fuera detenido; Cortés, sin embargo, debió considerar que la suerte estaba echada y decidió zarpar, marchaba con sus hombres bajo su propia responsabilidad, comenzando así su viaje de descubrimiento.
Nada más empezar su andadura, Hernán Cortés tuvo la gran fortuna de que cayeran en sus manos dos personajes trascendentales para sus propósitos: Jerónimo de Aguilar, que había vivido ocho años como esclavo de los mayas y, por otro lado, como consecuencia de batalla de Centla contra los habitantes de Tabasco, a quienes venció, le fueron entregadas en señal de paz, entre otras ofrendas, veinte mujeres indias, una de ellas sería, Doña Marina, cuyo papel en la conquista iba a ser esencial.
Gracias a Jerónimo, Cortés pudo comunicarse con los indios mayas, dialogar con ellos, entender a la vez sus ofertas y sus propósitos. Cuando dejaron el territorio maya y entraron en el territorio en donde se hablaba la lengua náhuatl, Cortés, pronto, se dio cuenta de la utilidad de la Malinche, quien, además de saber el nuevo idioma, poseía una gran inteligencia. Fue ella la que le explicó lo que en realidad era el imperio de los mexicas, sus creencias, organización y red de información, así como su manera de hacer la guerra, la hostilidad de varios pueblos. Sin duda, Cortés fue consciente de que lo que se abría ante ellos era el encuentro con un gran reino.
Luego de dejar atrás la península del Yucatán, la expedición navegó hacia el Norte por la costa del nuevo continente, hasta que, el jueves santo de 1519, llegaron al islote de San Juan de Ulúa, donde recibieron a los emisarios de Moctezuma.
«Y los indios hicieron mucho acato a Cortés a su usanza, y le dijeron que fuese bien venido, e que un criado del gran Montezuma, su señor, les enviaba a saber qué hombres éramos e qué buscábamos, e que si algo hubiésemos menester para nosotros y los navíos, que se lo dijésemos, que traería recaudo para ello. Y nuestro Cortés respondió con las dos lenguas, Aguilar y doña Marina, que se lo tenía en merced; y luego les mando dar de comer y beber vino y unas cuentas azules, y cuando hubieron bebido, les dijo que veníamos para verlos y contratar, y que no se les haría enojo ninguno, e que hubiesen por buena nuestra llegada a aquella tierra». Bernal Díaz del Castillo - texto original-
Detenidos al borde de las tierras continentales, en San Juan de Ulúa, la brújula de los viajeros apuntó hacia el Oeste y ya en tierra firme, Cortés decidió funda la ciudad de la Villa Rica de la Vera Cruz y constituir el ayuntamiento, desprendiéndose así de la autoridad de Diego Velázquez de Cuéllar.
Poco tiempo después, el 8 de agosto de 1519, Cortés se ponía en marcha hacia la capital mexica, Tenochtitlán.
No fue una agrupación desordenada de aventureros, al contrario, fue una tropa organizada, regida por una disciplina estricta que Cortés impuso desde el primer momento. Se dividían en cinco compañías, cada una con su jefe, con un maestro de la artillería y un maestro de campo.
En su camino, conforme pasaban por los distintos lugares y recababan información del lugar hacia el que se dirigían, el reino de Moctezuma, las impresiones eran contradictorias: unos se manifestaban amigos y otros enemigos de la Triple Alianza. Ya desde la misma región de Quiahuiztlan, donde quedó enclavada la Villa Rica de la Vera Cruz, supieron de una ciudad con nombre Cempoala, habitada por los totonacas, en donde Cortés conoció de la enemistad de su cacique, a quien llamaron “el jefe Gordo”, consiguiendo su apoyo y su colaboración.
A partir de entonces, los totonacos estuvieron comprometidos con la suerte que los españoles. El cacique de Cempoala le entregó doscientos tamames (porteadores) y cincuenta indios de guerra, quienes guiaron a los españoles por las montañas y los puertos que dan acceso al altiplano, en dirección de Tlaxcala, una población no sometida al poder de la Triple Alianza y en lucha contra ella.
El conquistador intentó ganarse la alianza de Tlaxcala, pero los caciques no aceptaron de ningún modo perder su independencia. Del 2 al 5 de septiembre, españoles y tlaxcaltecas lucharon en una batalla feroz. Finalmente, la superioridad táctica y el armamento de los españoles, además de su extraordinario valor, hace cambiar la actitud de los Tlaxcaltecas. Sus caciques pensaron que, aliados con los españoles, iban a triunfar sobre sus eternos enemigos, los mexicas.
La siguiente población importante que se encontraba en su ruta era Cholula, ciudad-santuario, centro religioso dedicado a Quetzalcóatl y un rico y poderoso enclave de comerciantes. Los españoles fueron bienvenidos en la ciudad, pero después dejaron de ser proveídos de alimentos y de pasto para sus caballos y, ante la posibilidad de que fuera una trampa para acabar con ellos, Cortés y sus aliados atacaron sin piedad la ciudad. La noticia corrió como la pólvora, atemorizando a todos los territorios aliados.
Así, el 8 de noviembre de 1519, Cortés, sus hombres y sus aliados entraban en la ciudad de los mexicas. Allí fueron bien recibidos, sin que se produjera ningún enfrentamiento.
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Fuentes: RAH- Hernán Cortés-
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