Martín Fernández de Enciso -Descubridor-
Entre los protagonistas de este insólito tiempo se hallaba el bachiller
Martín Fernández de Enciso, al hilo de la acción de
Alonso de Ojeda y con la herencia científica de Juan de la Cosa.
Debió nacer en la región española de La Rioja en torno a 1469. Se sabe que tenía una cierta formación jurídica, algo de práctica en el oficio y un nivel cultural alto.
Llegó a las tierras del Nuevo Mundo en 1504 con la flota del que fue gobernador, Nicolás de Ovando. Era el comienzo de la incorporación del pueblo hispano a la tarea nacional colonizadora. Así se puso en marcha una manera de hacer que fue sacando a la luz la realidad del mundo antillano y diseñó el perfil atlántico de la futura América que se abría al océano Pacífico.
En 1508, Fernández de Enciso se hallaba bien instalado en la ciudad de Santo Domingo, ejerciendo su profesión de abogado. Allí pudo amasar cierta fortuna, que le permitió incorporarse a la empresa descubridora y exploradora del nuevo continente y que tuvo como consecuencia su obra geográfica, la primera en torno a los territorios de las Indias, con la apertura al nuevo y desconocido mar.
Según cuenta Antonio de Herrera, fue en el año 1508, al otorgarse a Alonso de Ojeda la gobernación de la Nueva Andalucía, cuando Fernández de Enciso se asoció con él, quedando en Santo Domingo para preparar una flota de apoyo a la expedición que emprendió Ojeda hacia la Tierra Firme, con el ánimo de crear asentamientos.
Cuando Fernández de Enciso, ya pertrechado su convoy con dos barcos, hombres de refresco, una sustanciosa aportación en víveres, armas y municiones, se dirigió al encuentro de Ojeda para apoyarle, se encontró con que el asentamiento que se había pretendido estaba en muy lastimosas condiciones. Acosados por los nativos, la mayoría de los hombres estaban muertos y Ojeda había dejado la recién fundada San Sebastián de Urabá para curarse de las heridas de una flecha envenenada. El mando de los pocos hombres que quedaban se hallaba en manos de un joven Francisco Pizarro.
Desconcertado ante tal situación, Enciso dudaba sobre si marcharse o resistir en la pelea con los peligrosos indios. Un carismático Núñez de Balboa, que había sido descubierto como polizón durante el viaje y a quien se le había perdonado la vida, persuadió a todos de la conveniencia de trasladarse con lo que llevaban al otro lado del golfo; allí sería más fácil realizar el asentamiento que se pretendía: él ya lo conocía y sabía que los indios eran más pacíficos.
Lograron cruzar el golfo, e instalados sobre los restos de la aldea de nativos con la que tuvieron que luchar, bajo el cacicazgo de Cemaco, fue creciendo la nueva ciudad llamada, primero La Guardia y después Santa Maria la Antigua de Darién, en ella Enciso fue el alcalde mayor de manera interina. Sin embargo, las diferencias entre Enciso y los componentes de la expedición, sobre todo con un Balboa que era especialmente hábil con la palabra, fueron manifiestas desde el primer momento. Núñez de Balboa se impuso y, Fernández de Enciso, en 1511, regresó a España absolutamente enfrentado a quien había sido su polizón.
Durante su estancia en España, se sabe que intervino en varias cuestiones a las que llamaban «de justicia». Estaba presente, a título de experto, junto a fray Alonso del Espinar y al mercader García de Carrión, en la redacción de las Leyes de Burgos (1512); sus ideas y criterios influyeron en la propuesta de reglamentación que fueron presentadas al cardenal Cisneros sobre los repartimientos (1516); Tampoco fue ajeno a la redacción del Requerimiento, de Palacios Rubios, en defensa de la doctrina teocrática que representaba el famoso documento que, de vuelta en las Indias, el mismo Enciso comenzó a utilizar.
Sin duda, debió contribuir a la difusión de noticias sobre la existencia de oro abundante en las nuevas tierras; los indicios que iban apareciendo eran muchos en los adornos de los caciques o en sus ajuares funerarios.
Intentó también, durante ese tiempo, resarcirse de los perjuicios que le había ocasionado su expedición de apoyo a Alonso de Ojeda y desacreditó cuanto pudo a Balboa. Al fin, obtuvo su nombramiento como alguacil de Tierra Firme en la gran expedición de unas dos mil personas que se preparaba bajo las órdenes de Pedro Arias Dávila.
Con la llegada de la numerosa flota de Pedrarias Dávila a la región del Darién, se abrió un tiempo difícil para la colonia, la pequeña fortificación que representaba Santa Maria la Antigua no estaba preparada para recibir a tan gran número de personas. Tal vez para aquietar los ánimos y calmar las ansias de riquezas, se organizaron gran número de expediciones de conquista. Fernández de Enciso encabezó alguna de esas expediciones de las que dejó testimonio de ellas:
Recorrió la región del Cent “En esta tierra del Cenú hay mucho oro en poder de indios y muy fino; y […] dicten los indios que lo traen de unas sierras de donde viene el río […] y que lo cogen en los arroyos y valles; y cuando llueve atraviesan en los arroyos redes y que como crece el agua trae granos de oro grandes como huevos y que se quedan en las redes; y que de esta manera cogen los mayores granos […] Yo tuve un cacique preso que me dijo que tres veces había él ido a aquellos lugares y lo había visto coger de esta manera y lo había él cogido”.
También tuvo ocasión de poner en práctica la lectura del requerimiento, Antonio de Herrera recuerda en palabras rotundas alguna de las respuestas de los requeridos:
“Yo requerí de parte del Rey de Castilla a dos caciques de estos del Cenú [...] y respondiéronme que en lo que decís que no había sino un Dios [...] que les parecía bien y que así debía ser; pero en lo que decía que el Papa era señor de todo el Universo en lugar de Dios y que él había hecho merced de aquella tierra al rey de Castilla, dijeron que el Papa debiera estar borracho cuando lo hizo pues daba lo que no es suyo y que el rey que pedía y tomaba tal merced debía ser algún loco [...]”.
Otras entradas: Martín Fernández de Enciso -Geógrafo-
Fuente: RAH Martín Fernández de Enciso
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