Rafael Altamira – La Hispanofobia –
Rafael Altamira creía en la evidencia de que la hispanofobia
perjudicaba a España en la escena internacional y dificultaba
la colaboración y el entendimiento mutuo entre las naciones.
Rafael Altamira y Crevea fue un destacado intelectual español, nacido en febrero de 1866 en Alicante, murió exiliado en México como consecuencia la guerra civil española, en 1951.
Su vida estuvo marcada por una prolífica carrera académica y una profunda contribución a la historia, la jurisprudencia y la literatura. Su labor docente y su enfoque en la historia de España le valieron reconocimiento nacional, pero sobre todo fue muy reconocido internacionalmente por su contribución como magistrado a la formación y articulación del Tribunal Permanente de Justicia Internacional, con sede en La Haya.
Sin duda, como todos los intelectuales españoles que vivieron el desastre de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, estuvo imbuido de la honda preocupación sobre lo que supuso pasar a un segundo plano en el orden internacional, que dio paso a una seria preocupación por la búsqueda de las soluciones basada en la regeneración de una sociedad que, de repente, después de siglos de una incesante actividad entre continentes, pareció quedarse paralizada y sin rumbo.
Como otros hombres insignes de la época, Unamuno o Ganivet, abogó por encontrar esas soluciones en la educación. Él, sin duda, se puso manos a la obra, haciéndose un fiel defensor de la enseñanza moderna y científica, contribuyendo a la reforma de la educación en España.
Escribió extensamente sobre cuestiones sociales y políticas; sus contactos con el mundo americano le hicieron estar muy interesado en todo lo relacionado con ese continente, en las leyes indianas, en la propia y amplia historia de España y en el carácter de los españoles que estudió en su obra «Psicología del pueblo español».
En alguno de sus escritos y discursos, Altamira se refirió a la hispanofobia, entendida como la aversión u hostilidad hacia todo lo relacionado con España y los españoles. Defendía la idea de que la hispanofobia tenía sus raíces en malentendidos históricos, estereotipos y prejuicios. Sostenía que algunos extranjeros y, en especial, los europeos, tenían una visión negativa de España basada en interpretaciones sesgadas de la historia y la cultura españolas, argumentando que esos prejuicios antiespañoles eran exacerbados por rivalidades políticas y económicas.
Pero también Altamira era consciente de que, por parte de los españoles, la «carencia de amor a la patria» abonaba la hispanofobia y era necesario abordar la necesidad de reforzar las estrategias para la promoción de nuestra Historia, tanto en España como en el exterior. En definitiva, abogaba abiertamente por «una acción educativa sobre la masa de nuestro pueblo».
Con su elegante actitud y su inestimable trabajo dejó un claro mensaje: Los prejuicios son suyos, lo nuestro es la realidad de nuestra historia que debemos conocer, pues «no se puede amar aquello que no se conoce ni defender aquello que no se ama».
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