Doña Marina -Malinche-
Sin que nunca podamos saber cual era su autentico nombre, sería bautizada como Marina y conocida como Doña Marina por el papel relevante que mantuvo durante toda la conquista de México. Al lado siempre de Hernán Cortés, era él a quien los indígenas llamaban «Malintzin» .
Con los datos conocidos a través de las fuentes documentales, se puede afirmar que había nacido en Huilotlan, en la región de Coatzacoalcos, antigua capital olmeca, situada entonces al sureste del Imperio azteca, en la región de la actual Veracruz, de la que no quedan vestigios actualmente.
Pero sobre su biografía existe mucha confusión y a veces notables contradicciones en torno a lo que se dice de ella. Hay quienes afirman que, podría haber sido de origen noble y heredera de un cacicazgo, pero no puede afirmarse categóricamente. Quienes sí lo afirman, cuentan que siendo muy niña fue secuestrada en su localidad natal y vendida como esclava en Tabasco. Otros aseguran que su padre, el cacique de la tribu, al quedarse viudo de la madre de doña Marina, se volvió a casar con otra mujer con la que tuvo un hijo y esta, para que la niña no estorbara sus planes de dejar el señorío en herencia a su hijo, se había deshecho de ella vendiéndola a unos mercaderes que se dirigían hacia el área maya.
Aparece junto a los españoles tras la batalla de Centla que tuvo lugar entre los hombres de Hernán Cortés y los caciques de Tabasco, el 15 de marzo de 1519. Al terminar dicha batalla con la victoria de los españoles y como alianza de paz, los indígenas entregaron a Cortés veinte jóvenes indias, entre ellas estaba la futura doña Marina. Después de ser bautizadas, Hernán Cortés repartió a las mujeres entre sus capitanes, entregando a la doña Marina a Alonso Hernández de Portocarrero.
Pasó muy poco tiempo siendo una india entre las demás, en abril de ese mismo año, cuando los expedicionarios llegaron a San Juan de Ulúa y recibieron la visita de los emisarios de Moctezuma II, se dieron cuenta de que su único interprete, Jerónimo de Aguilar, no les servía, pues aquella gente hablaba otra lengua que les resultaba incomprensible. Eso hizo adelantarse a la india de Portocarrero para manifestar que ella sí entendía el idioma de los visitantes.
De esta manera se formó un triángulo entre el castellano, el maya y el náhuatl, idioma de los emisarios de Moctezuma. Este iba a ser el triple sistema de traducción de los primeros momentos de la conquista, hasta que doña Marina aprendió a hablar el castellano, con lo que se agilizó sensiblemente el sistema de comunicación.
La relación entre Hernán Cortés y la nueva intérprete se fue haciendo más cercana, por lo que Alonso Hernández de Portocarrero, el compañero que Cortés había asignado a la doña Marina, fue enviado a la península con el quinto real y la primera carta de relación del conquistador para Carlos I, el 26 de julio de 1519. Esta fecha señala el comienzo de la relación de intimidad de la joven intérprete con Hernán Cortés.
Doña Marina permaneció con Cortés durante toda la conquista, no solo como traductora, sino también proporcionándole valiosas informaciones sobre el imperio azteca, sus debilidades internas, su relación con los demás pueblos y etnias y el descontento de algunos señoríos indígenas por las imposiciones tributarias de los aztecas. Todas estas informaciones fueron las que hicieron posible los pactos de alianza entre los españoles y las otras etnias que se oponían al gobierno autoritario de los aztecas al que estaban sometidos y cuya colaboración resultó decisiva para el éxito de la conquista.
«… Doña Marina estaba siempre en su compañía, especialmente cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en la lengua mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés el Capitán de Marina y para más breve le llamaron Malinche». Bernal Díaz del Castillo
Una vez concluida la conquista, en agosto de 1521, doña Marina se instaló a vivir con Cortés en un palacio del sur de la capital mexicana, en Coyoacán. El hijo de ambos, Martín, nació en 1522, años más tarde, sería legitimado por bula papal de Clemente VII fechada en el año 1527.
En octubre de 1524, doña Marina acompañó a Cortés en la expedición a las Hibueras, la actual Honduras, en calidad de intérprete de la lengua maya. Durante ese viaje, doña Marina contrajo matrimonio con un capitán del ejército de Cortés, Juan Jaramillo, un hombre bien situado social y económicamente. Pero Doña Marina, además, recibió como dote dos encomiendas, una de ellas la de Huilotlan, su localidad natal.
El matrimonio Jaramillo se instaló en la capital de México con una hija, María, que les nació en seguida; el hijo de Cortés, pasó al cuidado de un primo de este, Juan Altamirano.
La muerte de doña Marina fue muy temprana; sucedió entre los meses finales de 1526 y los primeros de 1527. Probablemente, la causa fue una de las muchas epidemias de sarampión o de viruela que prendían frecuentemente entre los indígenas.
Después de las independencias de los países americanos, doña Marina ha perdurado en la memoria colectiva mexicana como símbolo de la traición a la patria, que ha sido designada con el nombre de «malinchismo». Sin embargo, su figura está siendo radicalmente revisada para ocupar su auténtico y justo lugar en la historia.
Fuente: RAH La Malinche
Lecturas recomendadas