España defendida -Quevedo-
Solo cambia el mundo cuando el mundo quiere cambiar, a su voluntad y no a la nuestra. Pero está más que probado que la mentira siempre se da la vuelta. Y... ¿Por qué no?, tal vez sea ahora el momento de sacar lo que durante siglos ha dormido el dulce sueño en los brazos de Morfeo, para vibrar a su debido tiempo tal como la verdad se merece.
Don Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid en el año 1580. Fue un hombre enraizado en la Corte desde la infancia, desde allí fueron muchas las circunstancias que le llevaron a tomar la pluma y muchos los resortes de su inspiración. Paseó por Europa y por España al lado de hombres poderosos y de los hombres del Siglo de Oro de los que estuvo rodeado toda su vida.
Su genio ha traspasado los siglos, no podía ser de otra manera por su clarividencia y su osadía. En 1609, no había llegado a la treintena, cuando escribió la «España defendida», dispuesto a cantar las glorias de su patria malquerida por otros cuya única razón era la envidia.
Ese libro fue dedicado en su día al rey con estas palabras de reproche, cuyo eco, tan fresco como entonces, ha llegado hasta nuestros días:
Al Rey Don Philipe III, nuestro señor, D. Francisco de Quevedo, cansado de ver el sufrimiento de España, con que ha dejado pasar sin castigo tantas calumnias de extranjeros, quizá despreciándolas generosamente, y viendo que, desvergonzados nuestros enemigos, lo que perdonamos modestos, juzgan, que lo concedemos convencidos y mudos, me he atrevido a responder por mi patria y por mis tiempos; cosa en que la verdad tiene hecho tanto, que solo se me debería la osadía de quererme mostrar más celoso de sus grandezas, siendo el de menos fuerzas entre los que pudieran hacerlo.
Y para los naturales, Don Francisco de Quevedo recomienda:
«Ya pues razón que despertemos y logremos parte del ocio que alcanzamos en mostrar lo que es España, y lo que ha sido siempre, y juntamente que nunca tan glorioso triunfo de letras y armas como hoy, gobernada por Don Philipe III, nuestro señor. Pues dos cosas tenemos que llorar los españoles: la una, lo que de nuestras cosas no se ha escrito, y lo otro, que hasta ahora lo que se ha escrito ha sido malo, que viven contentas con su olvido las cosas a que no se han atrevido nuestros cronistas, escarmentados de que las profanan y no las celebran. Y así, por castigo, ha permitido Dios todas estas calamidades, para que con nosotros acabe nuestra memoria…»
Lecturas recomendadas