El protector de Indios
El primer personaje que ejerció, no de manera oficial, este cargo fue probablemente fray Pedro de Córdoba, uno de los primeros dominicos que llegaron a La Española y participó activamente en la denuncia de abusos junto a fray Antonio de Montesinos.
Aunque su nombramiento no fue formalizado con ese título desde el principio, su papel coincidía plenamente con lo que luego se recogería en la figura del Protector de Indios.
En 1502, Nicolás de Ovando, por mandado de la reina Isabel, llegó a la isla de La Española con instrucciones muy concretas para poner orden en las Indias, ante los graves informes que le llegaban sobre los abusos de Colón.
Los nativos de las nuevas tierras eran súbditos de la corona de Castilla; en ningún caso se les podría esclavizar.

Esa determinación de la reina lo convirtió en un estado social: una obligación y sentimiento de la raza conquistadora y civilizadora, que la llenaba desde la cabeza hasta el más humilde de los oficios reales o estatales. La elección de España por la Providencia y por su Vicario, el Pontífice, para la gran obra de descubrir, conquistar, poblar y traer a la fe aquel mundo desconocido, la recibió España entera, no solo sus Reyes: y España, el pueblo español, la realizó por sí: Los Reyes permitían, apoyaban la empresa, le dieron unidad y cohesión, la incorporaron a sus dominios con las leyes, la robustecieron con su autoridad, la encauzaron por sus gobernantes delegados; pero la hizo el pueblo, los descubridores por mar y tierra, equipados a su costa y minción. Constantino Bayle -El protector de Indios- 1945-
Con la llegada de los dominicos a La Española, con fray Pedro de Córdoba a la cabeza, comienza la lucha por la consecución de una legislación civil que ampare su visión humanista, en la que se pueda abarcar a todos los habitantes de las nuevas tierras como súbditos de la Corona.
La primera consecuencia de la llegada de los dominicos, y con ellos la visión del humanismo de la Escuela de Salamanca, serán las leyes de Burgos y más tarde las de Valladolid; el plan de reforma iniciado por Cisneros; las muchas actuaciones de Bartolomé de las Casas y las Leyes Nuevas, así como otras tantas que ya no pararían hasta obtener las necesarias reformas.
Tras la muerte del rey Fernando el Católico, en 1516, Francisco Jiménez de Cisneros era cardenal y ejercía como regente de Castilla. Este tuvo que escuchar las reiteradas quejas de Bartolomé de las Casas, quien llevaba tiempo denunciando los abusos del sistema de encomiendas. Cisneros, conmovido por sus argumentos, le nombró oficialmente como «Protector de los Indios» o “Comisario para la protección de los Indios” Es el mismo fraile quien relata este nombramiento en su «Historia de las Indias». A pesar de que este título no tenía aún un marco legal bien definido, fue un reconocimiento formal y político desde el centro del poder castellano. A partir de entonces, Las Casas gozó de autoridad moral y política para defender a los indígenas en las colonias, lo que le permitió iniciar viajes y escritos que marcarían su vida entera.
Con el tiempo, el Protectorado de Indios (su nombre más exacto) fue un cargo y una oficina establecida por la Corona española para defender los derechos de los indígenas en América frente a abusos de colonos, encomenderos y autoridades locales. Su función principal era ser abogado y defensor de los indios, actuando como intermediario legal entre los indígenas y la justicia colonial. Sus características eran:
- Ser un jurista o religioso nombrado por el rey que debía representar legalmente a los indígenas en los tribunales.
- Su objetivo era vigilar y defender la libertad, las tierras y los bienes de los indígenas, asegurándose de que no fueran explotados injustamente.
- Además de actuar en los juicios, podía presentar quejas y denuncias a las autoridades virreinales o al Consejo de Indias en España.
- El protector podía actuar de oficio (sin necesidad de que alguien denunciara) si veía una injusticia.

El Protectorado de Indios es la primera experiencia histórica de defensa institucionalizada de los derechos de los pueblos originarios de un territorio. Aunque no evitó todos los abusos, representó un intento singular en la historia de los imperios de garantizar la justicia para los pueblos que quedaban bajo su dominio. En el imperio español, fue una manifestación práctica de las reflexiones morales y jurídicas de Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca sobre los derechos naturales de todos los seres humanos.

