François Le Clerc -Pata de Palo-
Allí donde el mar se tiñe de sangre y oro, apareció un hombre con pata de palo y alma incendiaria: François Le Clerc. No fue solo un corsario, sino la sombra temprana del odio europeo hacia un imperio que parecía invencible, un símbolo oscuro de las guerras religiosas y políticas que modelaron el Caribe del siglo XVI.

François Le Clerc, conocido popularmente como «Jambe de Bois» o «Pata de Palo», fue un corsario francés, originario de Normandía que marcó un antes y un después en la historia del corsarismo político contra España en el Caribe durante el siglo XVI. Su historia se entrelaza con la agitada rivalidad entre las potencias europeas, donde la religión y la política se fundían para protagonizar episodios decisivos en la conquista y colonización del Nuevo Mundo
Se le recuerda por ser el primer pirata de la era moderna en utilizar una pierna de madera, tras perder la suya en combate contra los ingleses en 1549. A pesar de sus heridas, siguió al servicio del rey de Francia, quien le premió por sus servicios a la corona concediéndole en 1551 un privilegio de nobleza. En 1553, su rey le dio la orden de emprender una expedición a las Antillas, concediéndole el mando de una potente flota real para que hiciera daño a las posesiones españolas al otro lado del océano.
Ya en el Caribe, saqueó a su antojo Santo Domingo, Puerto Rico y parte de la costa de la Guyana. De regreso a Francia, en 1553, decidió atacar Canarias, poniendo rumbo a Gran Canaria donde fue repelido. Como alternativa tuvo la de invadir Santa Cruz de La Palma, un próspero puerto, también en las islas Canarias, cosa que hizo con relativa facilidad gracias a la pericia de su lugarteniente Jacques de Sores. Asaltaron salvajemente la ciudad quemando casas y edificios públicos cobrándose como botín cualquier pertenencia de valor. Un año después, en 1554, probablemente junto a su compañero de fechorías Jacques de Sores, atacaba Santiago de Cuba; con ellos, la ciudad recibió el primer ataque de piratas de su larga historia de intentos de acosos y latrocinios, comenzando de esta manera su declive como capital de la isla de Cuba.
Le Clerc estableció su base en la isla de Santa Lucía, en el pequeño, pero estratégico enclave llamado isla Pingueon, en el Caribe, desde donde atacaba galeones españoles. Ese enclave fue fundamental para asegurar bases de apoyo, reparaciones y almacenamiento de provisiones, consolidando así una red que facilitaba la presión constante sobre las posesiones españolas. La isla se convirtió en un punto vital para la proyección del poder corsario y la expansión de la influencia francesa en las Américas. Su actividad no solo fue un desafío político y religioso para España, ya que Le Clerc era un protestante que enfrentaba a la monarquía católica española, exacerbando la conflictividad del período.
En 1562, se alió con los ingleses durante las guerras de religión en Francia, pero tras no recibir la recompensa esperada por parte de la reina de Inglaterra quien lo había contratado, partió hacia las Azores. Su final es oscuro y contradictorio. Hay versiones que dicen que murió en combate contra los portugueses en esas islas. Otros que murió asesinado en 1563 mientras intentaba interceptar barcos españoles. Hay quien lo sitúan aún activo años después. Todo sugiere una figura envuelta en leyenda, como muchos corsarios que, con esa extraño gusto por lo macabro, pasaron a convertirse en mito.
François Le Clerc se desvanece entre la bruma de la historia y la leyenda, un hombre sin cartas, sin diarios, sin confesiones, solo huellas de fuego y miedo. Fue audaz y despiadado, un estratega con visión que usó una isla como bastión para desafiar un imperio. Pero sobre todo fue un hombre sin banderas fijas, guiado por la ambición y la supervivencia, un corsario que encarnó la brutal y compleja realidad de un mundo en transformación. Su historia nos recuerda que el mar no solo fue escenario de aventuras y mitos, sino también un campo de batalla donde se forjaron nuevas reglas de poder, violencia y alianza.
Para saber mas: Ataques piratas a la isla de La Palma
