Melchorejo y Juliancillo -Los «lenguas» mayas-
Los primeros «lenguas», que se conocen en la península del Yucatán, Melchorejo y Juliancillo, han llegado a ser muy conocidos debido a los escritores y los cronistas, especialmente Bernal Díaz de Castillo, quien los nombra con profusión por la intervención que tuvieron en las primeras etapas del viaje que culminaría con la conquista de México.
Desde muy antiguo los navegantes, cuando llegaban a nuevas tierras, solían capturar nativos a quienes enseñaban la lengua para que les sirvieran de intérpretes. Durante toda la conquista americana fue una costumbre muy utilizada para poder comunicarse con los habitantes de las distintas tierras a las que iban llegando los españoles. Los denominaban "lenguas".
La búsqueda del paso hacia las tierras de las especias, que por aquellos años motivaba las navegaciones, movió de nuevo las ansías de obtener riqueza, fama y fortuna e hizo que, en 1517, se organizara en Cuba una expedición dirigida hacía el oeste de lo conocido hasta entonces que quedó a cargo de Francisco Hernández de Córdoba. La causa de que los barcos tomaran esa dirección parece ser que fueron las noticias que Diego Velázquez de Cuéllar comunicaba en carta dirigida al rey Fernando el Católico, manifestándole que habían sido vistos indígenas distintos de los que habitaban Cuba, quienes decían que venían de “otras islas que están más abaxo que la de Cuba”, a cinco o seis días de navegación hacia el norte.
La expedición de Hernández de Córdoba, tras varios días en el mar, llegaron a ver la que llamaron, Isla Mujeres; poco tiempo después, los mayas les salieron al encuentro en grandes canoas; su indumentaria hizo que los españoles se percataran de que eran miembros de pueblos muy distintos a los que ya conocían.
Sin temor, los mayas subieron a las embarcaciones de los recién llegados, quienes les ofrecieron cuentas de vidrio de colores y vino, entre otras cosas. Luego de este primer encuentro, los españoles se dirigieron a cabo Catoche (en la punta occidental de la península de Yucatán), en donde el jefe maya los invitó a desembarcar. Hernández de Córdoba, tras la lectura del requerimiento, descendió de los barcos con sus hombres. Los mayas atendieron cortésmente a los 110 españoles que formaban la tripulación; sin embargo, alimentarlos por varios días era tarea difícil, por lo que se les pidió que volvieran a sus embarcaciones.
Los españoles continuaron su navegación por la costa maya, llevando consigo el producto del intercambio de presentes y dos indígenas, que luego bautizaron como Julián y Melchor, o Juliancillo y Melchorejo para aprender la lengua y más tarde ocuparlos como intérpretes.
Después de encontrarse con indios belicosos en el pueblo de la costa norte de la península del Yucatán, al que llamaban Champotón, Hernández de Córdoba y otros hombres fueron heridos y regresaron a Cuba.
Con las noticias obtenidas en este viaje, se organizó una nueva expedición poniendo al frente a Juan de Grijalba. Los dos indígenas, Juliancillo y Melchorejo, ya en calidad de intérpretes, volvieron a embarcar. Durante esta travesía, Bernal Díaz del Castillo cuenta que tuvieron ocasión de comprobar que los intérpretes no eran de fiar, pues, en Champotón, Grijalba inicia la plática:
«con algunos principales del pueblo y los envía como embajadores para que viniesen de paz . . . porque fuesen sin miedo: y fueron y nunca volvieron, e creímos que el indio Juliancillo y Melchorejo no les hubieran de decir lo que les fue mandado, sino al revés».
Juliancillo debió morir en esa segunda expedición, sin que se sepa la causa; por su parte, Melchorejo se embarcó con Hernán Cortés, en febrero de 1519. Este, quien ya conocía la poca confianza que inspiraba el intérprete maya, tenía buen cuidado de lo que trasmitía, pero al llegar a las costas del Yucatán, la diosa fortuna hizo posible el rescate de un náufrago llamado Jerónimo de Aguilar que, esclavo de los mayas durante ocho años, hablaba su idioma con gran soltura y se ocupó de ser el lengua durante el resto del viaje.
La expedición continuó hasta llegar a Champotón, el lugar donde los mayas chontales se habían enfrentado a Hernández de Córdoba y más tarde al que ya habían denominado los españoles río Grijalba. Los indígenas no recibieron bien a Cortés, quien lo supo por Jerónimo Aguilar.
Consciente de la inutilidad de toda negociación, Cortés ordenó replegarse y planear detenidamente el asalto a la ciudad de Potonchán, en el interior del territorio y, con una inteligente estrategia, consiguió hacerse con la ciudad. Al día siguiente, los españoles se encontraron con grandes escuadrones de indios que les atacaron sin cuartel.
Cortés supo por varios indios recién capturados que Melchorejo abandonó a los españoles para volver con su gente y animarla para “que diesen guerra de día y de noche”, llegando a convencer a varios caciques para la causa.
Ante esa tesitura, Cortés tomó la determinación de salir a campo abierto con toda la hueste y plantar batalla formal a los mayas chontales. Iniciándose un combate conocido como la batalla de Centla. Fue el primer encuentro bélico importante entre españoles y mayas que huyeron ante las acometidas de la caballería y el disparo de los cañones. Cortés, sin duda, había ganado la batalla.
Fuentes: Centla- la primera batalla de Cortés
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