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Juicio a Colón -La caída de un mito-

El 23 de agosto del año 1500, llegaba a isla de La Española 
un gobernador con todos los poderes necesarios otorgados por 
los Reyes Católicos para destituir a Colón.

Francisco de Bobadilla, investido de la autoridad real, administró durante casi dos años los nuevos territorios pertenecientes a la Corona en sustitución del Almirante, a quien ajustició, arrestó y envió a la península junto a sus hermanos. En julio de 1502, Nicolás de Ovando arribaba a las costas de La Española para tomar posesión en el cargo como nuevo gobernador y Bobadilla emprendió su viaje de regreso.

En ese viaje de vuelta, se desencadenó un fuerte huracán que destrozó la flota, barcos y tripulantes desaparecieron en el mar.

Debido a este incidente, la documentación referente al juicio que tuvo lugar en la isla de La Española contra Colón a la llegada de Bobadilla nunca llegó a aparecer. Se creyó que viajaba con aquella comitiva y, por tanto, que había desaparecido tragado por las aguas. Incluso se decía que, con aquel fatídico naufragio, «el propio Dios había hecho justicia» con quienes habían tratado de malograr las figura del Descubridor.

Las razones que provocaron la destitución como virrey de Cristóbal Colón, teniendo como consecuencia el incumpliendo de todo lo firmado en las Capitulaciones de Santa Fe, quedaron sin ser aclaradas para el juicio de la historia. 

Juicio al Almirante Colón
Castillo de Simancas -Archivo-

Ha habido que esperar hasta el siglo XXI para
que la verdad diera la cara entre las manos de
una archivera de Simancas, Isabel Aguirre, 
quien, mientras ordenaba viejos legajos,
encontró un pequeño 
cuaderno que contenía prácticamente la
totalidad de lo ocurrido en el juicio seguido
contra Colón por sus actuaciones en la 
administración de las islas descubiertas hasta
entonces y bajo su jurisdicción.


Ahora se sabe que, a la llegada de Francisco de Bobadilla, Colón no pudo defenderse. Solo consiguió reunir en torno a sí a una veintena de fieles. Por un lado, los españoles, que habían soportado la dureza de una vida en un entorno hostil y primitivo, esclavizados, incluso, más que los indígenas, a la búsqueda desesperada de las ansiadas riquezas, deseaban cobrar sus sueldos y resarcirse por fin de sus sufrimientos; los nativos, por su parte, a decir de varios testigos, se declararon súbditos de los reyes y no podían ponerse frente a un emisario real.

También se sabe que los llamados a declarar en el juicio fueron 22 testigos, de los cuales, ahora, se conocen sus declaraciones. Sin duda, aquel juicio debió de suponer un auténtico drama para Colón, «Señor del Nuevo Mundo». En varias ocasiones, él mismo había solicitado que se mandara a un juez que le ayudase a controlar a los españoles, pero la posibilidad de que ese juez ejerciera su ministerio públicamente contra él y sus hermanos debió aterrorizarlo, además de considerarlo un agravio intolerable.

Tres fueron las preguntas formuladas en el proceso,
todas ellas estaban referidas a los españoles, nunca se menciona a los indígenas:

  • La primera trataba de aclarar el posible intento de Colón de rebelarse contra la Corona a la llegada de Bobadilla, así como de entregar los nuevos territorios a otros monarcas extranjeros. En el juicio quedó claro que el Almirante quiso comparecer ante el juez acompañado de gente de armas, quizá —como él mismo escribió en una carta a los monarcas— para zarpar inmediatamente a Castilla y poder dar en la corte su visión de los hechos. En ningún momento quedó probado que Colón quisiera alzarse contra sus reyes.
  • La segunda versaba sobre las razones por las cuales Colón prohibía a los eclesiásticos, mediante graves amenazas, que se bautizara a los indios. Varios testigos aseguraron que nunca llegó a dudarse de la fe del almirante, pero, es muy probable que, al no haber encontrado las riquezas prometidas a los reyes, vio que la única manera de poder resarcirse era a través de la venta de los indios, y para ello no podían ser cristianos. De hecho, llegó a enviar a la península barcos con más de dos millares de indígenas para los mercados de esclavos.
  • La tercera hacía referencia a las crueles actuaciones, a la hora de impartir justicia entre españoles e indígenas, tanto por parte del almirante como de sus hermanos. De todo ello quedaron cientos de constancias sobre todo tipo de abusos: ahorcamientos sin juicio, subastas de esclavos, tanto de nativos como de cristianos condenados por el almirante a la esclavitud, acumulación de alimentos para revenderlos a precios abusivos …

Durante siglos, para referir ciertas cuestiones en torno a los primeros años de la aventura colombina, especialmente en lo referente a la figura del Descubridor, solo se tomaba en consideración las elogiosas crónicas de Bartolomé de Las Casas, en su Historia de las Indias y las de su propio hijo, Hernando Colón, en la biografía que dejó escrita en torno a la figura de su padre. Ambos siempre vertieron opiniones y relataban hechos que resultaban beneficiosos para la figura de Colón, olvidando o desconociendo cualquier acto que pudiera poner en entredicho su integridad y su brillo como descubridor. El documento encontrado por Isabel Aguirre pone de manifiesto una personalidad nunca imaginada, y la dureza de lo relatado en torno al trato, tanto a españoles como a nativos, evidencia rasgos de vileza y crueldad que solo la ciega codicia y la creencia en la inimputabilidad de sus actos pueden hacer entender.

El hallazgo de la documentación que aquí queda referida 
ha supuesto «la caída de un mito». Consuelo Varela e Isabel Aguirre 
han dado a la luz la verdad de la Historia.

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