La decisión de Elcano -La Primera Vuelta al Mundo-

Tras el extenuante viaje que culminó con el encuentro del paso de Magallanes y la entrada en el que los tripulantes denominaron Pacífico, por la aparente calma de sus aguas, ante ellos se abría un inmenso mar que fue desentrañando sus secretos. Pocas fueron las islas que aparecieron en el horizonte de aquel viaje interminable, hasta llegar a Guam, las islas de los ladrones y más tarde a Cebú, en un archipiélago al que llamaron San Lázaro, que más tarde sería bautizado como las islas Filipinas. Allí el destino reservaba una sorpresa al capitán general de la flota, Fernando de Magallanes, quien moriría luchando contra los indígenas.
Muerto el capitán general de la flota, fue relevado en el cargo compartido, Juan Rodríguez Serrano y Duarte Barbosa, que murieron a manos de los indígenas, esta vez a traición en un banquete trampa junto a una treinta de sus hombres.
En mayo de 1521, las tres naves que aún permanecían vivas salieron de Cebú y se dirigieron a la isla Bohol, en el mismo archipiélago. Allí eligieron a Lopes de Carvalho para dirigir la expedición y para mandar la Trinidad; la Victoria sería capitaneada por Gómez de Espinosa y la Concepción por Juan Sebastián Elcano. Sin embargo, este verificó que su nave estaba en peligro de hundirse, por lo que acordaron quemarla. Elcano pasó entonces a la Victoria como segundo de abordo. Partieron de Cebú sin provisiones, así que Carvallo prefirió poner rumbo a Brunéi en vez de hacia las Malucas, quizá por tratarse de una ciudad con gran actividad comercial.
Ya en ruta, en el mes de agosto fondearon en una isla a la que llamaron Santa María de Agosto, donde carenaron las naves. Las dotes de Carvalho para el mando, no gustaron a las dotaciones, por lo que eligieron a Gómez de Espinosa, quien continuaría como capitán de la Trinidad y a Juan Sebastián Elcano de la Victoria.
Navegando durante dos meses por el mar de la China, llegaron a la isla de Borneo en el mes de julio y continuaron viaje a la búsqueda de las Molucas que era su objetivo. Tras recorrer el mar interior del archipiélago malayo, acabaron encontrando la isla de Palawan, donde se surtieron de provisiones. De ahí navegaron hasta Brunei, lugar en el que se produjeron graves incidentes con los indígenas.
Por fin, el 8 de noviembre de 1521, llegaron a la isla de Tidore, una de las islas Molucas, formadas por un conjunto de unas treinta islas pequeñas de origen volcánico, con una gran producción especias, especialmente de clavo. Tuvieron un buen recibimiento, comerciaron con nuez moscada y clavo con la intención de marcharse rápidamente, por saberse en zona portuguesa. En el mismo puerto de salida, la nave Trinidad comenzó a hacer aguas y se vieron obligados a inmovilizarla para su reparación. Ante el riesgo de que en cualquier momento llegara la armada portuguesa, se dispuso que la nave Victoria zarpara, bien cargada, rumbo al Oeste, mientras que la Trinidad, una vez reparada, debía volver cruzando el Pacífico hasta la actual Panamá, que estaba ya en posesión española.

Aquel día de finales de noviembre de 1521, cuando Juan Sebastian Elcano decidió que navegarían lejos de las conocidas rutas portuguesas, sabía que iba a enfrentarse a la latitud sur de un océano inexplorado y desconocido hasta entonces –el océano Índico y, de hecho, estará a punto de descubrir Australia–.
La decisión de Elcano contrariaba las opiniones del maestre y del piloto de su barco—Miguel de Rodas y Francisco Albo—. Ellos eran partidarios de dirigirse hacia las Maldivas siguiendo la ruta conocida por los portugueses.
A pesar de todo, y tras una emotiva despedida entre los tripulantes de ambas embarcaciones, la Victoria partió en solitario hacia el suroeste. Viajaban 47 voluntarios y trece asiáticos que se les añadieron en Tidore. Algunos de ellos eran «moros tomados en buena guerra» en Brunéi, y otros lo hicieron de forma voluntaria «para conocer al Emperador y estos reinos».
Poco tiempo después, el 5 de febrero de 1522, cuando la nao se encontraba detenida en la costa de Timor, dos marineros, Martín de Ayamonte (que escribiría su propia crónica) y Bartolomé de Saldaña huyeron de la nao Victoria echándose al mar durante la noche. No tardó en encontrarlos allí una expedición comercial portuguesa y sus huellas han llegado hasta nuestros días.
Desde Timor entraron en el océano Indico. La climatología de ese océano resultó ser una trampa con sucesivos frentes contrarios que dificultaron enormemente el avance. Adquirieron un mérito extraordinario por salvar esta dificultad y más tarde ascender para llegar al cabo Buena Esperanza con fama de ser uno de los que las corrientes y los vientos son siempre imposibles para la navegación. Efectivamente, las dificultades fueron grandes, frente a ese Cabo permanecieron nueve semanas a causa de los vientos. Al fin, Elcano decidió acercarse hasta la Costa para poder dar la vuelta al continente que tuvo lugar el 6 de mayo. Para entonces habían perdido 21 hombres, entre cristianos e indios, que, en palabras de Pigaffeta: «al arrojarlos al mar, notamos una cosa curiosa, y fue que los cadáveres de los cristianos quedaban siempre con el rostro vuelto hacia el cielo, y los de los indios con la cara sumergida en el mar…»
Remontaron el Atlántico en precarias condiciones y alejándose de la costa cuanto les era posible. A la altura de las islas de Cabo Verde, sin agua para beber ni alimentos para comer, la nao presentaba numerosas vías de agua que había que cortar como fuera día y noche, lo que suponía la muerte de un buen número de marineros más…
«El temor a la muerte estaba en cada uno de nosotros», afirma Pigafetta.
Ante la difícil situación, el 9 de julio, Elcano tomó la arriesgada decisión de atracar en el archipiélago de Cabo Verde, en la isla de Santiago, dominada por los portugueses, y simulando venir de América en una expedición de la que se habían extraviado, pidieron ayuda que les fue concedida. Allí advirtieron que, al haber dado la vuelta al mundo hacia el poniente, habían perdido un día; por tanto, estaban equivocados en la fecha, que era el 10 de julio y no el 9 como ellos pensaban, según sus anotaciones.
Al atracar en Santiago, los portugueses, en un principio, se mostraron colaboradores, pero cuando uno de los marineros pretendió pagar las mercancías obtenidas con clavo, se dieron cuenta de que el barco venía de las islas Molucas. Rápidamente, los trece marineros españoles que habían desembarcado fueron detenidos y entonces Elcano, que observó las maniobras para iniciar su captura, mandó levar anclas con el resto de la tripulación, dejando atrás a los capturados.
Sin atreverse a navegar hacia las españolas islas Canarias, ascendieron hasta el archipiélago de las Azores sin viento… y allí debieron permanecer una semana sin avanzar apenas. La gloria estaba muy cerca, pero la desesperación y el agotamiento por las bombas de achique, que deberían funcionar noche y día, les dejaron exhaustos…
Al fin se levantó el viento y pudieron navegar hacia el Cabo de San Vicente. Habían pasado catorce días cuando, el 4 de septiembre, divisan el cabo; dos jornadas después, el 6 de septiembre de 1522, la nao Victoria entra en el puerto de Sanlúcar de Barrameda. El Guadalquivir los recibió en silencio. Dieciocho hombres exhaustos, apenas sombras de sí mismos, pisan tierra entre lágrimas y asombro. Dos días más tarde, el 8 de septiembre, entraban en Sevilla, la ciudad de la partida, la ciudad del regreso.

Se había cumplido la primera circunnavegación de la historia.
El globo terráqueo, hasta entonces una conjetura, se había cerrado sobre sí mismo.
Elcano y los suyos demostraron con su travesía lo que solo habían intuido los sabios: que la Tierra es redonda, y que el valor humano puede trazar su curvatura.
Aquella nao maltrecha, ennegrecida por la sal y las tormentas, no era ya solo un barco, sino un símbolo universal de la resistencia, del ingenio y del coraje. La Victoria fue el primer latido de un planeta entero que se reconocía a sí mismo; Elcano y sus hombres habían inscrito una gesta inolvidable con sangre, sudor y fe sobre los océanos del mundo.
Los 18 supervivientes de la nao Victoria: 1. Juan Sebastián de Elcano. Capitán. De Guetaria, 35 años. 2. Miguel de Rodas. Maestre. De Rodas, 45 años. 3. Francisco Albo. Piloto. De Quíos. 4. Juan de Acurio. Contramaestre. De Bermeo, 28 años. 5. Hernando de Bustamante. Barbero. De Alcántara, 28 años. 6. Antonio Pigafetta. Sobresaliente. De Vicenza. 7. Maestre Hans. Lombardero. De Aquisgrán. 8. Antón Hernández Colmenero. Marinero. De Huelva, 48 años. 9. Francisco Rodríguez. Marinero. De Sevilla, 38 años. 10. Juan Rodríguez de Huelva. Marinero. De Mallorca, 25 años. 11. Nicolao de Nápol. Marinero. De Napflio, 38 años. 12. Miguel Sánchez. Marinero. De Rodas, 30 años. 13. Diego Gallego. Marinero. De Bayona, 25 años. 14. Martín de Judícibus. Merino. De Génova. 15. Juan de Arratia. Grumete. De Bilbao. 18 años. 16. Juan de Santander. Grumete. De Cueto, 25 años. 17. Vasco Gómez Gallego. Grumete. De Bayona. 18. Juan de Zubileta. Paje. De Baracaldo, 16 años.
Para saber más: RAH: Juan Sebastián Elcano; Página web: Ruta el Cano

