Juan de la Cosa -Su última aventura
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Juan de la Cosa -Su última aventura-

Juan de la Cosa fue un fiel ejemplo de los hombres de su época: inquieto, inteligente, amante de la ciencia, entregado a un tiempo de aventuras sin límite y dispuesto siempre a empeñar su vida.

Lo que nos ha quedado de Juan de la Cosa fue su buen hacer como cosmógrafo: el levantamiento de planos y cartas para dejar dibujada la configuración de un mundo que nadie había conocido nunca y que él tuvo ante su mirada escudriñadora y sagaz. De su mano surgió el primer mapamundi que hoy se conserva en el Museo Naval de Madrid. Pero, además, y sin duda, vivió sin límites su intensa y corta vida. 

Ya estuvo en el primer viaje al Nuevo Mundo, y fue a partir de su regreso del segundo viaje colombino, cuando su gran experiencia como hombre de mar le había convertido en un prestigioso marino, comenzando para él otra serie de exploraciones al lado de Alonso de Ojeda, Rodrigo de Bastidas y, más tarde, por su propia cuenta.

 Pero muchos más asuntos fueron también de su incumbencia, a su vuelta del viaje con Rodrigo de Bastidas en 1503, fue requerido por los Reyes para llevar a cabo una misión secreta en Lisboa.

 «yr a Portugal a se informar e saber secretamente del viaje que los 
portugueses hicieron a las Indias con cuatro navíos...». 

Allí fue hecho prisionero y pudo salir de prisión gracias a la intervención de Don Álvaro de Portugal. A pesar de que sus pesquisas fueron descubiertas, a su regreso a la Corte, por entonces en Segovia, tuvo ocasión de entregar informes y cartas náuticas en las que aparecían los lugares visitados por los portugueses.

Como consecuencia del éxito de su misión, Juan de la Cosa fue nombrado jefe de una flotilla de cuatro carabelas de guerra con el objeto de impedir cualquier asentamiento portugués en Tierra Firme, firmándose la correspondiente capitulación el día 24 de febrero de 1504. 

Juan de la Cosa -Su última aventura
Juan de la Cosa -Su última aventura

Apenas unos años más tarde, lo encontramos de nuevo siendo el depositario de la confianza de los reyes: las depredaciones de un afamado pirata, conocido con el nombre de “vizcaíno”, como él mismo, llamado Juan de Granada, amenazaban la seguridad de las naos que regresaban de Santo Domingo con ricos cargamentos, por lo que Juan de la Cosa fue encargado de proteger el tornaviaje. Entre julio y octubre de 1507 dos carabelas a su mando patrullaron entre Cádiz y cabo San Vicente, evitando el apresamiento de ocho buques de carga.

Ese mismo año, fue convocado en Burgos a una junta de sabios, entre los que se encontraban los mejores navegantes, en la que se decidió continuar las exploraciones en Tierra Firme y comenzar a poblar las islas ya descubiertas.


El 10 de noviembre de 1509, Juan de la Cosa partió, con doscientos hombres,
en dos bergantines y una nao, para el que sería su último viaje.

Navegaba nuevamente como lugarteniente de Alonso de Ojeda, en virtud de una cédula de la reina Juana firmada el 9 de junio del año anterior.  Llevaba además un nombramiento a su favor como gobernador de Urabá y capitán del rey de todos los lugares que no hubiese ocupado ya Ojeda.

Al llegar a las costas de la que sería Castilla del Oro, decidieron desembarcar en la que llamaron bahía de Calamar, contradiciendo lo que aconsejaba De la Cosa. Él pretendía dirigirse a las orillas del golfo de Urabá, lugar en donde cinco años antes había conocido la existencia de indios poco belicosos 

Poco después del desembarco, los expedicionarios se vieron envueltos en un combate con indígenas que se saldó con victoria española, hecho que les animó a adentrarse en la selva en persecución de sus atacantes que huyeron hasta el poblado de Turbaco. Allí, los españoles fueron sorprendidos por los indígenas, que dispararon flechas envenenadas. La mayoría de los hombres, entre ellos De la Cosa, cayeron muertos.

Ojeda, que había conseguido huir, regresaría más tarde para vengarse, destruyendo
el poblado de Turbaco y matando a casi todos sus habitantes.

Según el cronista López de Gómara, el cuerpo de Juan de la Cosa fue devorado por los indios, sin embargo, el  también cronista Antonio de Herrera afirma que fue rescatado más tarde por Ojeda, quien contó haberse encontrado el cadáver “como un eriço asaeteado, porque de la yerva ponçoñosa debia de estar hinchado i disforme, y con algunas espantosas fealdades”.

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