Magallanes -El paso entre los océanos-
Fernando de Magallanes fue el hombre que soñó con unir dos océanos. Portugués de nacimiento, español por decisión, buscó un paso desconocido que lo llevará a las islas de las especias navegando hacia poniente. Sevilla sería el punto de partida de la empresa que lo haría inmortal.

Fernando de Magallanes nació en el Norte de Portugal, posiblemente en la ciudad de Sabrosa, en torno 1480. Desde pequeño ingresó como paje de Leonor de Lancaster, la esposa del rey Juan II de Portugal, y así sería educado en la corte portuguesa. Su infancia transcurrió en la fascinación de los descubrimientos de nuevas tierras por el Oriente y el Occidente del mundo. Sin duda esto debió forjar el espíritu aventurero que lo ha hecho inmortal.
En marzo de 1505, con 25 años, y al servicio del rey portugués Manuel I, partió desde Lisboa hacia la India. A partir de entonces comenzará para él un largo periplo de viajes y combates en los territorios africanos y asiáticos hasta que diez años después, cuando le fue denegada la organización de un viaje a las Molucas por el Oeste, derecho al que se sentía acreedor tras sus años de fiel servicio a su rey, consideró que se le hacía una gran injusticia y decidió salir de su patria.
Varias razones debieron llevar a Magallanes a refugiarse en España al abandonar Portugal: Su trato permanente con navegantes y cosmógrafos españoles, el recibir la noticia de que las Molucas estaban dentro de la demarcación reconocida a España por el Tratado de Tordesillas y su resentimiento contra el rey portugués.
Por aquel entonces, Núñez de Balboa ya había descubierto el que llamó “mar del sur”, actual océano Pacífico, con lo que se confirmaba la existencia de un océano entre las islas y tierras españolas de las Indias y el continente asiático, pero se hacía necesario encontrar un paso entre ambos océanos.
Después de las exploraciones realizadas hasta entonces por los marinos españoles, parecía evidente que el supuesto estrecho no estaba en las zonas conocidas hasta entonces del nuevo continente. Había que arriesgarse por otras latitudes.
A la llegada a España de Magallanes, Fernando el Católico acababa de morir y el cardenal Cisneros era el regente del reino. El proyecto de Magallanes tuvo que esperar a que el heredero, Carlos I, asumiera el trono, hecho que tuvo lugar a finales de 1517. El nuevo rey fue informado del proyecto de Magallanes de llegar a las islas de las especies atravesando el nuevo continente que, finalmente fue aprobado. Una vez aceptadas las condiciones, en septiembre de 1518, comenzaron los preparativos para emprender el viaje. Se prepararon cinco naves: la Trinidad, de 110 toneladas; la San Antonio, de 120 toneladas; la Concepción, de 90 toneladas; la Victoria, de 85 toneladas; y la Santiago, de 75.
Entre los 240 tripulantes que iniciaron el viaje en las diversas naves estaban: el burgalés Gonzalo Gómez de Espinosa, alguacil mayor y luego capitán general de la flota; el jerezano Ginés de Mafra, conocedor del arte de navegar y transcriptor de una versión de la campaña; el ligur León Poncaldo de Manfrino, piloto y autor de una historia de la derrota e islas halladas; Juan de Cartagena, veedor general de la Armada; el natural de Guetaría Juan Sebastián Elcano, contratado como maestre de la Concepción y capitán después de la Victoria; Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción; el onubense Martín de Ayamonte, grumete de la Victoria; cuya declaración ante los portugueses es fuente directa para el estudio del viaje y Antonio Pigafetta, nacido en Vicenza, que actuó como cronista y relator de los hechos. Junto a ellos viajaban otros muchos marinos de diversas procedencias, desde Sevilla hasta Grecia o Vicenza”.
El inicio de la ruta
El 20 de septiembre de 1519, la flota salía del muelle de Las Mulas en Sevilla, en dirección a Sanlúcar de Barrameda para adentrarse en el océano. Siete días más tarde, recalaron en Tenerife y allí se aprovisionaron y completaron las dotaciones hasta contar con doscientos sesenta y cinco hombres. El 2 de octubre partieron hacia la costa africana de Sierra Leona buscando los vientos del sudeste que les llevarían al cabo brasileño de Santo Agostinho y, desde allí, hasta la bahía carioca de Santa Lucía, hoy Guanabara. Hacia el 27 del mismo mes, siempre navegando hacia el sur, reconocieron el cabo Santa María, descubierto por Díaz de Solís cinco años antes, y el 10 de enero de 1520 llegaron a la desembocadura del río de la Plata, que estuvieron explorando hasta el 7 de febrero.
El viaje fue difícil, las tensiones y rivalidades surgieron nada más zarpar. El carácter rígido y reservado de Magallanes, que acaparaba el mando en sus propias manos, irritaba a quienes querían mayor participación en la toma de decisiones, según se le había ordenado que lo hiciera. Pero la navegación continuó. El 24 de febrero de 1520 llegaron a una gran bahía, que bautizaron con el nombre de San Matías, en la que no encontraron el paso que buscaban. Mientras tanto, el hambre, las enfermedades, las tormentas y los fracasos iban minando la moral. Muchos creían que nunca volverían a España. La disciplina estricta de Magallanes seguía chocando con la desesperación de los hombres.
Costeando el cono sur del continente americano
El 2 de marzo penetraron en una nueva bahía, actualmente conocida como Puerto Deseado. Al llegar el 31 del mismo mes al puerto que denominaron San Julián, debieron permanecer durante cinco meses en una fría y dramática invernada. Aquí, no pudiendo contener los ánimos, se manifestaron abiertamente los resentimientos y agravios acumulados durante el viaje. Muchos capitanes y oficiales eran castellanos y dudaban de la fidelidad de Magallanes a la Corona. Fue entonces cuando tres capitanes españoles —Quesada, Cartagena y Mendoza— se amotinaron y fueron tratados con gran dureza: Mendoza fue ejecutado, Quesada ajusticiado, Cartagena abandonado en tierra junto a un cura. Este hecho marcó una división definitiva entre la disciplina de hierro de Magallanes y el resentimiento de parte de la tripulación. Poco después, durante ese mismo invierno en San Julián, la nave Santiago naufragó cuando exploraba la costa hacia el sur y la tripulación tuvo que realizar una penosa marcha por tierra para regresar al puerto de San Julián.
Por fin, el 24 de agosto, reanudaron la marcha las cuatro naves que quedaban, pero pronto tuvieron que refugiarse de los vientos junto a la desembocadura del río Santa Cruz, donde permanecieron hasta mediados del mes de octubre que continuaron la navegación.
En el estrecho
El 21 de octubre avistaron un cabo y lo llamaron el cabo de las Once Mil Vírgenes. La San Antonio penetró por la embocadura unas cincuenta leguas y regresó con la noticia de que estaban en un estrecho que bautizaron con el nombre de Estrecho de Todos los Santos y al que la historia le daría el nombre de Magallanes. A babor, siempre tuvieron la Tierra del Fuego, en alusión a las hogueras nocturnas que señalaban los campamentos de los indígenas.
Navegando por el estrecho, la tensión fue máxima. Algunos capitanes desertaron mostrando la fractura interna y la resistencia a la autoridad del capitán general que seguía mostrándose intratable. Finalmente, el piloto de la San Antonio, Esteban Gómez hizo prisionero al capitán Mesquita y convenció a la tripulación para desertar y volver a España pasando por Guinea.

Al otro lado del mundo
El 27 de noviembre, los tres buques que quedaban llegaron al océano, en el que navegaron durante tres meses y veinte días sin provisiones frescas ni agua, lo que hizo que empezasen a padecer el escorbuto. Durante este tiempo no encontraron una sola tormenta, por lo que denominaron océano Pacífico al mar que Núñez de Balboa había bautizado como Mar del Sur.
En el mes de enero, ya de 1521, navegando por la costa chilena, avistaron varias islas hasta llegar a la línea del Ecuador. El día 6 de marzo llegaban al actual archipiélago de las Marianas, que llamaron, islas de los Ladrones. Fondearon en la mayor de ellas, la isla de Guam donde fueron bien recibidos por los nativos. Allí se abastecieron y una semana después avistaron las primeras islas en las actuales Filipinas, hasta llegar a Limasawa el 28 de marzo, donde el rey de la isla les acogió amistosamente y les proporcionó víveres.
Una semana más tarde, ayudados por un piloto filipino, dejaron Limasawa y llegaron a la isla de Cebú, donde también el rey de la tribu, Humabón, les recibió con los brazos abiertos. El domingo 14 de abril, después de una misa celebrada en la plaza del poblado, fue bautizado con el nombre del rey de España, Carlos.
En este lugar, Magallanes le regaló a la Reina una talla del Niño Jesús, que había recibido del arzobispo de Sevilla antes de salir de España. Cuarenta años después, el 16 de mayo de 1565, en una humilde casa abandonada de la isla, los soldados de Legazpi encontraron la imagen, a la que el pueblo filipino rinde aún hoy en día un culto entrañable en una capilla del convento cebuano de los padres agustinos.
Con el fin de afianzar la soberanía española en toda la comarca, Magallanes pidió a los caciques vecinos que se sometiesen al dominio del rey de Cebú. Estos enviaron regalos al monarca isleño como símbolo de su adhesión, excepto el gobernador de Mactán. Humabón, los oficiales y el mismo rey de Cebú desaconsejaron un enfrentamiento abierto con el rebelde, pero Magallanes insistió en llevar a cabo una operación de castigo y tomó personalmente el mando de la acción.
En la mañana del 27 de abril, con unos setenta hombres a bordo de dos bateles y escoltado por varias canoas de hombres de Cebú, Magallanes se dirigió al poblado de Mactán, donde desembarcaron bajo una lluvia de flechas envenenadas.

Magallanes recibió una pedrada en el rostro y fue herido en el brazo derecho. Durante la retirada, que llevaron a cabo con precipitación, recibió un machetazo en la pierna y luego fue rematado en el suelo.
La historia de Magallanes terminó en la arena de una playa filipina, pero su legado no. Allí cayó un capitán, y nació una hazaña. Porque Juan Sebastián Elcano, recogiendo el timón, cerraría el círculo que su jefe había abierto: la primera vuelta al mundo.
Fuentes: RAH: Fernando de Magallanes
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Entre los 240 tripulantes que iniciaron el viaje en las diversas naves estaban: el burgalés Gonzalo Gómez de Espinosa, alguacil mayor y luego capitán general de la flota; el jerezano Ginés de Mafra, conocedor del arte de navegar y transcriptor de una versión de la campaña;