Fray Bartolomé de Olmedo -Junto a Cortés-
Su presencia al lado de Hernán Cortés en la conquista de México fue decisiva. Era el auténtico jefe espiritual de la empresa y su doctrina se anticipó, en la defensa de los indios, en más de un aspecto, al mismo padre fray Bartolomé de las Casas.
Fray Bartolomé nació en la villa vallisoletana de Olmedo en torno a 1485. Perteneciente a la Orden de la Merced, era teólogo y se hizo misionero al pasar muy pronto al Nuevo Mundo. Llegó a la isla de La Española desde donde fue a Cuba, entre los años de 1518 y 1519, momento en que Hernán Cortés organizaba la expedición a México; participó en ella muy directamente, incluso comprometiéndose.
Es muy probable que Hernán Cortés se enterara del peligro de ser relevado del mando de la expedición por las cartas escritas al padre Olmedo por otro fraile mercedario —probablemente, fray Juan de Zambrana—; eso provocó en el conquistador la decisión de partir hacia Tierra Firme.
Salieron los once navíos de La Habana el 10 de febrero de 1519, y recayeron en la isla de Cozumel. Allí se congraciaron con los nativos y plantaron una gran cruz, a su pie hicieron un altar. Se embarcaron el 4 de marzo, llevando con ellos a Jerónimo de Aguilar que, tras ocho años de cautiverio, había aprendido la lengua maya. Echaron anclas en Tabasco el 19, allí, los naturales les impidieron tomar tierra y tuvieron que pelear.
Pacificados los indios, dice Bernal Díaz del Castillo:
«dijo misa el Padre Fray Bartolomé de Olmedo, y estaban todos los caciques y principales delante, y púsose nombre a aquel pueblo Santa María de la Victoria […]; y el mismo fraile, con nuestra lengua, Aguilar, predicó a las 20 indias que nos presentaron muchas buenas cosas de nuestra santa fe, y que no creyesen en los ídolos que antes creían, que eran malos, y no eran dioses […], y estas fueron las primeras cristianas que hubo en la Nueva España».
Y en su navegación hacia el Norte del continente, saltaron a tierra, fundando la villa de Veracruz. Allí vinieron a saludarles los gobernadores de Moctezuma, y mandó Cortés hacer un altar, y el Domingo de Pascua “dijo Misa cantada fray Bartolomé de Olmedo, que era gran cantor, y la beneficiaba el padre Juan Díaz, y estuvieron a la misa los Gobernadores y otros principales”. Más tarde, desde Veracruz, Cortés se dirigió hacia el interior, combatiendo contra algunas tribus indígenas y haciendo amistad con otras, según su criterio, hasta que por fin logró penetrar en la capital del gran imperio mexicano.
Cortés acabó apresando a Moctezuma, y le “exigió se reconociese vasallo del Rey de España, como antes había ofrecido, lo que él hizo, no sin muchas lágrimas, y aun a nosotros —subraya Bernal Díaz— se nos enternecieron los ojos, y soldado hubo que lloraba tanto como Moctezuma […]”. Cortés y el padre Olmedo le acompañaban “por alegralle, atrayéndole a que dejase sus ídolos”. Le permitieron, con todo, subir al Cue, donde estaba su Huitzchilipotzchili o Huichilobos —como simplifica el cronista—, y ya había sacrificado cuatro indios, cuando el padre Olmedo llegó junto a él. “Había que matar hombres y muchachos para sacrificar”.
Bernal Díaz del Castillo en su «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España», dejó escritas páginas de un incalculable valor histórico en torno a la conquista de México y la intervención que tuvo en ella el padre Olmedo, con su inteligencia y su sagacidad, que se puso de manifiesto tanto en lo relacionado con la captura de Moctezuma como con la venida de Pánfilo de Narváez.
Vivió, el 10 de julio de 1520, la conocida como La Noche Triste, en la que todo se convirtió en un infierno, perecieron ochocientos españoles y la laguna se tragó los innumerables tesoros de Moctezuma.
Llegaron los supervivientes a Tlascala, donde fueron acogidos por los caciques. Después de veinte días, emprendieron la reconquista de México, se apoderaron de la capital, y prendieron a Cuauhtémoc el día 13 de agosto de 1521, después de noventa y tres días de asedio.
Tuvo también el padre Olmedo una enorme influencia como sacerdote en la formación del Ejército de Cortés, y como catequista, logró la conversión de multitud de nativos. Sus explicaciones sobre la fe cristiana fueron preciosas y eficaces en Cempoal, Jalapa, Socochima, Cholula, Mezquique, Iztapalapa, Cuyoacán, México, Cozumel, Tabasco y Tlaxcala.
Él se opuso siempre a la destrucción indiferenciada y precipitada de los ídolos de los nativos, como solía hacer Cortés, a quien, en solemne ocasión, le habló de este modo: “Señor, no cure vuestra merced de más les importunar sobre esto; que no es justo que por fuerza les hagamos cristianos, y aun lo que hicimos en Cempoal de derrocalle sus ídolos, no quisiera yo que se hiciera hasta que tengan conocimiento de nuestra fe. ¿Y qué aprovecha quitarles ahora sus ídolos de un Cue o adoratorio, si los pasan luego a otro? Bien es que vayan sintiendo nuestras amonestaciones, que son santas y buenas, para que conozcan adelante los buenos consejos que les damos”.
El padre Olmedo vivió una intensa vida, falleciendo en torno a los cuarenta años sin poder fundar ningún convento mercedario en México. Debió ser sepultado por los franciscanos, según el licenciado Zuazo, a finales de octubre o principios de noviembre de 1524.
Fuente, RAH Bartolomé de Olmedo
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