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Tres frailes Jerónimos para las Indias

 

Corría el año 1514 cuando, tras una negativa inicial, en la que alegaron no saber hacer tal “negocio”, los frailes Jerónimos decidieron finalmente aceptar el cumplimiento de la alta misión encomendada a su orden por quien era entonces regente de Castilla, el Cardenal Cisneros.Tres frailes Jerónimos para las indias

 


Cristóbal Colón llegó a la isla de La Española en su primer viaje a América en diciembre de 1492. Los Reyes Católicos habían previsto el escenario de nuevas conquistas y se aseguraron de tener de su lado al recién elegido Papa Alejandro VI, quien otorgó a Castilla las Bulas Alejandrinas, emitidas por la Santa Sede en 1493, así como otras bulas papales a cargo de Julio II y León X con la “Universalis Ecclesiae”(1508), a través de las cuales se les concedía el derecho a conquistar América, reclamar como propios los territorios descubiertos y mandar hombres con la obligación de evangelizar, lo que se realizó, en un primer momento, a través de los franciscanos, dominicos y agustinos, cuya misión debía tener como fin hacer de los indios verdaderos españoles.


En los comienzos, las dificultades en la colonización y evangelización fueron grandes, quebrantándose promesas, infringiéndose ordenanzas, cayendo en algunos abusos, y no obteniendo el resultado que se esperaba conseguir. Ante la pugna entre dominicos y franciscanos por las encomiendas en La Española, en 1514 el Cardenal Cisneros, teniendo siempre presente la voluntad de la Reina, impulsó un plan ambicioso, basado en ideas de fray Bartolomé de Las Casas. Se trataba de eliminar las encomiendas concedidas a los colonos españoles y así reparar los excesos producidos con los indígenas y volver a la austeridad inicial. Para ello toma la decisión de nombrar a religiosos que hasta este momento no hubieran ido a América, a los que no se les pudiera atribuir intereses ya creados allí y en los que Cisneros confiaba plenamente, que eran los Jerónimos, habiendo demostrado estos su capacidad como eficaces administradores.

Se solicitaron los más hábiles y suficientes que entre ellos hubiere, siendo designados, 
fray Luis de Sevilla o Figueroa, fray Alonso de Santo Domingo y 
fray Bernardino de Coria o Manzanedo.

 

La labor de estos monjes se desarrolló entre 1516 y 1519.

Las instrucciones recibidas de Cisneros les ordenaban reunirse con representantes de los colonos y de los indios para conocer la situación. Lo primero que hicieron fue realizar una información de la situación, sobre las declaraciones de hombres discretos y justos de la isla. Las informaciones recibidas fueron muy dispares, aunque en algo coincidían todos: que los indios eran gente bruta, de poco discurso e incapaces de gobernarse por sí mismos. Otra cuestión en la que estaban de acuerdo era la de que no convenía que se concediesen encomiendas a personas ausentes, sino a personas asentadas en las Indias.

Una vez conocida la situación, debían proceder a poner en práctica tres posibles remedios, señalados en orden preferencial:

  • Libertad de poblados indígenas con autonomía tutelada: Los indios serían libres de vivir en sus pueblos, gobernados por sus caciques. Los españoles administrarían los pueblos, comprándoles lo que necesitaran. Los que quedaran desposeídos de sus encomiendas, serían indemnizados y gozarían de facilidades para extraer oro. 

La visión desde España y de los religiosos que estaban en Las Indias no se vio clara porque podría suponer que los pobladores indios abandonaran el estilo de vida y, por tanto, la instrucción religiosa y abandonaran la fe católica, que es para lo que los españoles habían ido allí. 

  • Comunidad mixta de indios y españoles: consistía en concentrar los indios en poblados de unos trescientos vecinos, gobernados por sus caciques, a quienes ayudarían un sacerdote y un administrador. El cacique establecería turnos laborales cada dos meses para una tercera parte de los varones de entre treinta y cincuenta años, que trabajarían en los lavaderos de oro. Los libres de turnos trabajarían en las haciendas y hatos de ganado. 

Se pensó incluso en llevar labradores de Castilla que trabajaran con los indios para que estos aprendieran, pero este proyecto supuso una utopía porque los castellanos pensaron que aquello no les iba a rentar y preferían la encomienda.

  • Persistencia del sistema de encomiendas, pero vigilando el cumplimiento de las Leyes de Burgos 1512 y Valladolid 1513, porque no se estaban cumpliendo.
Los jerónimos se encontraron confusos y después de un buen número de consultas y oposiciones, optaron por la tercera vía para 
lograr que los indios viviesen políticamente en poblados, excluyendo a 
funcionarios, profesionales, eclesiásticos y ausentes. 
Tres frailes Jerónimos para las Indias
Evangelización de los indígenas

Dada esta absoluta discrepancia con las ideas del impulsor, fray Bartolomé de Las Casas, el Clérigo decide regresar a España a quejarse, y a pesar de que el prior Fray Luis de Figueroa insinuó al Juez de Residencia que no lo consintiera, este no quiso oponerse al viaje. De esta manera, se encontraron con la influencia que Bartolomé de Las Casas poseía en la isla, porque conmovió y agitó a todos los frailes de la ciudad de Santo Domingo convenciéndoles de que los Jerónimos no cumplían con su deber. Por otra parte, los dominicos, sobre todo, se dieron a predicar que la encomienda era una injusta explotación del sudor del indio; además, todos ellos, juntos en capítulo con los franciscanos, reformados por Cisneros, dieron a Las Casas fervorosas cartas credenciales para su viaje a España.

Una de esas cartas fechada en mayo de 1517, está dirigida a los gobernadores del reino, acusando a los Jerónimos de no mejorar la condición de los desvalidos y exaltando a Bartolomé de Las Casas como elegido por Dios para bien de los indios. En otra, dirigida al rey Carlos I, se expresaban en los mismos términos.

Mientras tanto, Cisneros despachaba varias cartas en contestación a las recibidas de los jerónimos, 
dejándoles muy en libertad de disponer lo que les pareciera mejor respecto a las encomiendas, siempre 
que atendieran, más que al interés del encomendero, al favor de los indios, no habiendo nadie que 
pudiera desautorizarles en todo lo tocante a su buen trabajo
 “al servicio de Dios nuestro señor e nuestro, bien de la tierra e indios e pobladores della”.

 

Al final, Cisneros creía, después de dudarlo, que la encomienda era, no solo justa, si no necesaria y recalca los fundamentos de su plan, tan necesario era para la civilización del indio el poblador español, como para el poblador era necesario el indio, binomio nunca comprendido por Las Casas, lo que le llevó a su destitución.

Se puede resumir la actuación de estos tres gobernadores-reformadores en tres etapas:

  • La inicial de tanteo, hasta enero de 1517, en la que realizaron un cuestionario de siete preguntas que se ha llamado “interrogatorio jerónimo” a los principales de La Española.
  • Una segunda hasta agosto del mismo año, en que se resuelve el problema de la libertad de los indios, dulcificando su condición.
  • Y una tercera etapa que llega hasta el final de 1519, que es de pura supervivencia, ya que a las acusaciones vertidas por Bartolomé de Las Casas de estar en connivencia con los colonos, hay que añadir la situación política existente en España con la muerte del Cardenal Cisneros y la poca experiencia en el trono de Carlos I.

 

En 1518 fray Bernardino de Manzanedo regresó a España para informar de la situación al emperador. Ese mismo año, fray Alonso de Santo Domingo y fray Luis de Figueroa solicitaron reiteradamente que se les relevara de sus cargos. El 9 de diciembre de 1518 se les notificó el definitivo relevo; pero tuvieron que esperar a finales de 1519, en que el licenciado Rodrigo de Figueroa se hizo cargo del gobierno y justicia de La Española.

Los frailes jerónimos se sintieron fracasados en su gobierno y a principios
de 1520 regresaron a sus conventos.

Sin embargo, el tiempo ha demostrado que fue positivo el hecho de que el gobernador Cisneros, el representante del rey, intentara crear una reforma, siempre pensando en mejorar la vida de los indígenas. Esto sentó un precedente, porque posteriormente tanto Carlos I como Felipe II harán lo mismo, dando lugar al Consejo de Indias en 1524 y la Junta Magna en 1568, respectivamente. Ambos entendieron que había mucho que solucionar, analizando en cada momento lo que se estaba haciendo, para poder marcar las pautas e ir mejorando paulatinamente la actuación en América.

 

 

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