La audacia de Cortés -La batalla de Otumba-
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La audacia de Cortés -La batalla de Otumba-

Todos dimos muchas gracias a Dios que escapamos de tan gran multitud de gente, porque no se había visto ni hallado en todas las Indias, en batalla que se haya dado tan gran número de guerreros juntos, porque allí estaba la flor de México y de Tezcuco y todos los pueblos que están alrededor de la laguna, y otros muchos sus comarcanos, y los de Otumba, Tepetezcuco y Saltocán, ya con pensamiento de que aquella vez no quedara roso ni velloso de nosotros.

Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo


 

La audacia de Cortés -La batalla de Otumba-
Las lágrimas de Cortés tras la Noche Triste

Apenas quedó atrás la ciudad de Tenochtitlan, después de aquella huida en la oscuridad que se había convertido en un infierno, Hernán Cortés se detuvo al llegar a Popotlan. Quería hacer recuento de los hombres que aún cabalgaban a su lado. Al ver que más de dos terceras partes de ellos habían caído en las aguas del lago, vivos o muertos, cuentan que se sentó bajo un árbol y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Aquel llanto quedaría grabado en la memoria como símbolo de la derrota. Pero no había tiempo para lamentarse. Antes del amanecer reanudaron la marcha hacia la tierra de sus aliados tlaxcaltecas, esperando ser acogidos en la derrota. Marchaban humillados, sin saber que una tormenta de hombres seguía tras su rastro.

Durante días avanzaron con paso incierto, perseguidos por escaramuzas y acosados por el hambre. Los caballos cojeaban, los arcabuces escaseaban de pólvora, y el ánimo pendía de un hilo. Y entonces, cuando por fin creyeron haber ganado algo de distancia, el 7 de julio, el horizonte se abrió en un mar de penachos multicolores y lanzas relucientes: el ejército mexica les había alcanzado en la llanura de Otumba.

El choque fue brutal. La caballería española cargaba una y otra vez, como un relámpago que abría surcos en la multitud, pero el mar enemigo se cerraba de nuevo. Los tlaxcaltecas resistían con fiereza, aunque retrocedían paso a paso. Parecía que todo estaba perdido.

Fue entonces cuando Cortés comprendió dónde estaba el secreto: en el centro del ejército enemigo ondeaba el gran estandarte real, portado por el tlacochcalcatl, el general supremo mexica. Allí latía el corazón de aquella multitud. Si caía el estandarte, caería el espíritu con el que luchaban.

Sin pensarlo, reunió a un puñado de jinetes exhaustos y señaló con la lanza:
—No podemos pedirle nada más a la vida que la gloria. ¡Vamos! ¡Conmigo! ¡Frente a nosotros está la victoria o la muerte!

Al grito de ¡Santiago!, cabalgaron con furia, atravesando flechas y macanas, abriéndose paso hasta el hombre que portaba el estandarte. El tlacochcalcatl alzó su maza de obsidiana, dispuesto a abatirlos, pero Cortés, ágil jinete, se inclinó en la silla y, con un golpe certero de lanza, lo derribó. Uno de los hombres que cabalgaban con él, Juan de Salamanca, lo remató en el suelo de una lanzada y se apoderó del estandarte real que entregó a Cortés. Este lo agitaba mientras lo portaba izado a través del campo de batalla hasta su posición. Un silencio súbito recorrió el ejército mexica.

Aquello fue como si el cielo se hubiese desgarrado: la multitud enemiga, privada de su símbolo, se desbandó presa del desconcierto. Lo que parecía el fin se transformó en salvación.

Contra toda esperanza, aquel caluroso 7 de julio de 1520 la batalla de Otumba se había ganado.

 

 

Según el historiador mexicano Juan Miralles: «Otumba vino a significar una batalla de unas repercusiones políticas inmensas. Allí se revirtió la marea. Los españoles, que hasta el momento eran una partida de fugitivos, pasaron a ser los vencedores de la más grande batalla, en número de participantes, jamás librada en suelo mexicano. Y ello se logró sin las armas de fuego y sin experimentar la pérdida de un solo hombre. Acerca de Otumba, prácticamente todos, hasta los más acérrimos enemigos de Cortés, están de acuerdo en afirmar que el golpe de audacia de éste resultó definitivo para el desenlace de la batalla.»

Entradas ordenadas de la conquista de México: 
1.- Hernán Cortés -Un novato en las Indias- 
2.- La Villa Rica de la Vera Cruz 
3.- Hernán Cortés -Rumbo a lo desconocido- 
4.- Hernán Cortés en Tenochtitlán... 
5.- Moctezuma y Cortés -dos hombres para un solo mundo- 
6.- Pánfilo de Narvaez y Hernán Cortés 
7.- Pedro de Alvarado -La Noche Triste- 
8.- La audacia de Cortes -La batalla de Otumba- 
9.- La Toma de Tenochtitlán -el arma secreta de Cortés

 

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