La Toma de Tenochtitlán -El arma secreta de Cortés-
 Al comenzar la última batalla, en mayo de 1521, Cortés tenía bajo su mando a 650 infantes, 84 jinetes, 194 ballesteros y arcabuceros, unos 20 cañones y a 25.000 aliados indios, entre ellos 16.000 tlaxcaltecas.
En su retirada de Tenochtitlán, tras la Noche Triste y la batalla de Otumba, Cortés y sus hombres se refugiaron en Tlaxcala. Desde allí, empezaron a planear la forma de atacar nuevamente la capital mexica. Desde principios de julio de 1520 hasta abril del 1521, se prepararon metódicamente para la reconquista de Tenochtitlán, sabiendo que no podrían utilizar las mismas calzadas por las que ya penetraron una vez.
Según cuenta Bernal Díaz del Castillo, determinaron que construirían bergantines por tener la capacidad necesaria para el traslado de la tropa y ser maniobrables debido al uso de remos. El lugar elegido para la construcción de los barcos por parecer el sitio más seguro fue el mismo Tlaxcala. Una vez terminados, serían trasladados a Texcoco.
 Finalmente en octubre de 1520 se pusieron manos a la obra. Necesitaban materiales básicos: madera y pez que obtuvieron en los montes más próximos; las velas, metales o agujas se llevaron desde Veracruz. Para obtener refuerzos y socorros, Cortés comunicó a la Audiencia de Santo Domingo la situación en la que estaban y envió cuatro naves de las que llegaron con Narváez para comprar otras cuatro y así obtener caballos, armas, ballestas, pólvora, y pertrechos marítimos como clavazón, estopa, y velas. También tuvieron la oportunidad de capturar otras naves que llegaban de Cuba o de Jamaica, incluso una que llegaba de Castilla y de las islas Canarias. 
Mientras tanto, se entrenó a los tlaxcaltecas para mejorar sus técnicas de combate y se fueron consiguiendo alianzas con las distintas etnias del altiplano para aislar a los mexicas. Poco a poco, a lo largo de toda la operación diversos poblados decidieron aliarse contra los mexicas y en consecuencia, el número de los indígenas al lado de Cortés se fue incrementando.

Después de meses de trabajo en secreto en Tlaxcala, donde los carpinteros españoles y los aliados indígenas trabajaron incansablemente, los trece bergantines, estaban listos para ser transportados por miles de tamemes tlaxcaltecas a Texcoco. Fueron desarmados pieza por pieza en lo alto de la sierra, como si fuesen criaturas sagradas. Bajaron por barrancos, cruzaron bosques, atravesaron mesetas. Cada pieza numerada, cada tablón aceitado para que no crujiera, cada clavo vigilado como si fuera oro. El ejército indígena que tiraba de ellos era en sí mismo una procesión. Había cantos, tambores, y muchos creían que se trataba de una obra sobrenatural. A pesar de todo, el trayecto no estuvo exento de peligros y de escaramuzas con tribus aliadas de los mexicas.
En enero de 1521, españoles y tlaxcaltecas llegaron a Texcoco, donde Ixtlilxochitl, como nuevo cacique, les había ofrecido todo su apoyo y se puso en marcha la operación de los bergantines. La primera tarea fue construir las zanjas en las que se armarían las embarcaciones. La segunda, fue traer las piezas de los barcos desarmados desde Tlaxcala. Por último, hubo que armar de nuevo los bergantines. El ingente trabajo fue posible porque junto a los españoles siempre estuvieron involucrados sus aliados indígenas.
Sin duda, la larga experiencia mediterránea en la construcción de barcos y en los combates navales jugó a favor del ejército de Cortés. 
Al frente de cada una de las naves, como capitanes, Cortés colocó hombres de mar de las expediciones de Narváez y Garay, y a los originarios de puertos de Palos, Moguer, Triana, o bien a aquellos que hubiera visto pescando. La nave capitaneada por Cortés tenía veinte metros de eslora y dos mástiles, las demás eran algo más pequeñas. Cada buque, que navegaría a vela y a remo, llevaba veinticinco tripulantes de los que la mitad se ocupaban de los remos y el aparejo, y la otra mitad estaba formada por ballesteros y arcabuceros; a proa montaba una pieza de artillería de bronce.
Antes de iniciar el ataque, se llevaron a cabo varias expediciones a lo largo del lago para reconocer el terreno y someter a pueblos importantes. ; al final de la contienda, las crónicas señalan las alianzas con los poblados de Otumba, Mizquic, Coatlinchan, Huexotla, Chalco, Tuxpan, Nauhtla entre otros. Era un trabajo fundamental no solo para aumentar el grueso de aliados con sus piraguas, sino para asegurarse los alimentos que necesitarían en el asedio. Esto ocurría en paralelo con una campaña del líder mexica Cuauhtémoc, que ofrecía tanto a los pueblos partidarios como a los neutrales la exención de impuestos e interesantes beneficios si aseguraban su lealtad.
Tras la ceremonia de la botadura, Hernán Cortés reunió sus tropas junto a los pobladores de Texcoco para asistir a una misa. El padre Olmedo bendijo los navíos y, tras un cañonazo, comenzaron a deslizarse por el canal hasta entrar en el lago entre el júbilo de los asistentes y descargas de cañones y arcabuces.
Con los 13 bergantines ya botados en el lago de Texcoco, Cortés ordenó cerrar todas las rutas acuáticas hacia la ciudad. Los mexicas intentaron contraatacar con sus miles de canoas, pero los bergantines tenían cañones y velas, podían embestir y destrozar las canoas fácilmente. Fue una guerra naval en un lago, algo nunca visto en ese continente. 
Por tierra, Cortés había organizado tres columnas de ataque, cada una con españoles y miles de aliados indígenas (tlaxcaltecas, texcocanos y otros): Pedro de Alvarado por Tlacopan (Tacuba); Cristóbal de Olid por Coyoacán; Gonzalo de Sandoval por Iztapalapa. Mientras ellos avanzaban por las calzadas, los bergantines protegían los flancos, impidiendo emboscadas desde el agua.
Las luchas fueron encarnizadas durante tres meses. Los mexicas, dirigidos por Cuauhtémoc, resistían ferozmente. Recuperaban cada día lo ganado por los españoles, lanzándose en masa desde azoteas, canales y callejones. Cortés tuvo que cambiar de estrategia: mandó destruir cada casa conquistada para no permitir que los mexicas la retomaran. Calles enteras quedaron hundidas en el agua.
El lago quedó bloqueado, y la ciudad se quedó sin alimentos ni agua potable. Además, la viruela reapareció en medio del asedio, diezmando la población. Los guerreros continuaban luchando, pero ya no quedaban fuerzas.

Finalmente, Cuauhtémoc, viéndose vencido, intentó huir por el lago en una canoa, acompañado de algunos nobles, pero el 13 de agosto de 1521 fue capturado por un bergantín español comandado por García Holguín. Fue llevado ante Cortés y en su presencia pronunció la célebre frase: “Señor Malinche, ya he hecho lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y vasallos; y no pudiendo más, vengo por fuerza preso ante tu persona: toma luego ese puñal que traes a tu lado, y mátame luego.” Cortés no lo mató, pero la caída estaba consumada.
Tenochtitlán se rindió. El Imperio Mexica llegó a su fin.
Entradas ordenadas de la conquista de México:
1.- Hernán Cortés -Un novato en las Indias-
2.- La Villa Rica de la Vera Cruz
3.- Hernán Cortés -Rumbo a lo desconocido-
4.- Hernán Cortés en Tenochtitlán…
5.- Moctezuma y Cortés -dos hombres para un solo mundo-
6.- Pánfilo de Narvaez y Hernán Cortés
7.- Pedro de Alvarado -La Noche Triste-
8.- La audacia de Cortes -La batalla de Otumba- 
9.- La Toma de Tenochtitlán -el arma secreta de Cortés
Para saber más:
Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632)
Hernán Cortés, Cartas de relación (1520-1526)
Códice Durán (c. 1579)
Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España (c. 1577)
Ixtlilxóchitl, Relación histórica de la nación tulteca (s. XVII)
Eduardo Matos Moctezuma, La caída de Tenochtitlán (2004)
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