Cuauhtémoc -El último emperador de Tenochtitlan
Cuauhtémoc fue el último emperador de los mexicas. En lengua náhuatl, su nombre significa “águila que desciende”. Describe el momento en que el águila ataca a sus presas bajando a gran velocidad para atraparlas con sus garras.
El último emperador de los mexicas nació entre los últimos años del siglo XV y principios del XVI. Su padre fue Ahuitzotl, gobernador del imperio mexica entre 1496 y 1502. A su muerte subió al trono Moctezuma II, a quien le correspondió afrontar la llegada de los españoles a tierras de Mesoamérica.
Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo describieron someramente al personaje. Ambos coinciden en que se trataba de un individuo joven; Bernal Díaz del Castillo, por su parte, dice de él que era un mancebo de unos veinticinco o veintiséis años, “de buena disposición y rostro alegre” y de color más claro que el común de los indios, casado con una mujer muy bella, hija de su tío Moctezuma, el emperador. Debió de tener un carácter fuerte y decidido y el mismo cronista dice que era “bien gentil hombre”, esforzado y temido por los suyos, aspectos que tuvo la oportunidad de demostrar al ser elegido el tlatoani de Tenochtitlan.
La llegada de los españoles impresionó grandemente en el territorio de los mexicas. Se pensó en un principio que se trataba del regreso de uno de sus dioses principales, Quetzalcóatl, que según los relatos antiguos había desaparecido por la costa oriental para convertirse en lucero del alba y por ese mismo lugar regresaría.
Pronto se darían cuenta de que Hernán Cortés y sus huestes eran sencillamente hombres que, conocedores de la situación de vasallaje en que Moctezuma tenía sometidos alrededor de trescientos setenta pueblos indígenas, les prometieron librarlos del tributo que rendían periódicamente a Tenochtitlan. Algo que Cortés consiguió rápidamente y que le permitió unir sus fuerzas con las tribus sojuzgadas para así liberarse del yugo mexica.
Llegados a Tenochtitlan, los españoles fueron recibidos y aposentados en el palacio de Axayácatl. Después de unos meses de tensa convivencia, Cortés tuvo que partir hacia Veracruz debido a la llegada de Pánfilo de Narváez que traía instrucciones del gobernador de Cuba, Diego Velásquez, para someterle. Pedro de Alvarado quedó al mando de los contingentes españoles y, estando los mexicas celebrando una de sus festividades en el patio del Templo Mayor, estos fueron atacados por los españoles, probablemente por miedo a ser sacrificados a los dioses mexicas, provocando con el ataque una tremenda matanza entre los naturales.
Los indígenas reaccionaron violentamente y, de inmediato, atacaron y cercaron a los españoles.
Cortés, una vez vencido Narváez y sabiendo del levantamiento ocurrido en Tenochtitlan, regreso en cuanto pudo. Llegó a la ciudad el día de San Juan, en junio de 1520, recriminando severamente a Alvarado por aquellos acontecimientos. Puesto que los ataques proseguían, se solicitó a Moctezuma que, desde la azotea del lugar en donde se encontraban los españoles, hablara ante los sublevados mexicas para apaciguarlos, pero grande fue el pesar del emperador al saber que ya habían elegido a otro señor por tlatoani, de nombre Cuitláhuac, señor de Iztapalapa.
Según la versión de Bernal Díaz del Castillo, los guerreros mexicas empezaron a lanzar piedras y otras armas con las que hirieron de muerte a Moctezuma.
Los combates continuaron haciendo cada vez más difícil la situación de los españoles. Cortés ordenó entonces la sigilosa retirada nocturna de la ciudad que sería descubierta, provocando lo que se conoce como la Noche Triste, pues las bajas, tanto de españoles como de sus aliados indígenas, fueron numerosas.
El nuevo tlatuani, Cuitláhuac, murió pronto de viruela y fue elegido entonces el joven Cuauhtémoc, quien de inmediato se aprestó a la defensa de su ciudad.
Reagrupados los españoles, comenzó Cortés el asedio de la ciudad de Tenochtitlan cortando los suministros de agua, al tiempo que dividía a su tropa en tres grandes contingentes apoyados por miles y miles de guerreros indios. Mandó hacer bergantines que atacaban por agua a las canoas que eran numerosas y poco a poco, no sin grandes esfuerzos, se fueron ganando partes de la ciudad.
Hubo un momento en que Cortés envió a tres capitanes mexicas que estaban prisioneros para que hablasen con Cuauhtémoc y que se hicieran las paces, pero este se negó y dio orden a sus huestes de que ninguno viniera a hablarle de cesar las hostilidades, pues lo mandaría matar. Acordaron seguir peleando hasta la muerte, si era preciso, en defensa de su ciudad.
Después de cerca de tres meses de asedio constante, Cuauhtémoc, se embarcó junto con otros capitanes y mujeres para tratar de ganar tierra firme, siendo capturado por García Holguín, quien lo llevó ante Cortés.
El encuentro entre Cortés y Cuacutemoc ha sido relatado por Bernal Díaz del Castillo, quien cuenta la manera en que llega el joven tlatoani ante el capitán español y le dice: “Ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad, y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cintura y mátame luego con él”.
Probablemente, lo que el Soberano azteca pidió a Cortés era que, al ser su prisionero, se le sacrificase para completar su ciclo como gran capitán del ejército azteca y poder acompañar al sol. Pero Cortés no entendió esto y lo perdonó.
Finalmente, Tlatelolco, ciudad dedicada al comercio y vecina de Tenochtitlan fue el lugar en la que se llevó a cabo la última resistencia indígena en contra de los españoles y sus aliados, en donde hoy puede leerse una placa de mármol que reza así: “El 13 de agosto de 1521, / heroicamente defendida por Cuauhtémoc, / cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. / No fue triunfo ni derrota, / fue el doloroso nacimiento / del pueblo mestizo / que es el México de hoy”.
No debió de ser nada fácil para Cuauhtémoc sobrellevar la derrota y el dolor de ver a su pueblo vencido y sojuzgado. Se les torturó a él y al señor de Tacuba, Tetlepanquetzal, para saber el lugar en donde se encontraba guardado el oro tan buscado por los vencedores. Temiendo un posible alzamiento, Cortés decide que Cuauhtémoc lo acompañe en la expedición que emprendió hacia el hoy territorio de las Honduras, junto con el señor de Tacuba, su primo. El motivo de ir a ese lugar es porque mucho se dijo de grandes riquezas que en ella se encontraban, además de que había enviado expediciones como la de Cristóbal de Olid y la de Francisco de las Casas que a poco se rebelaron contra Cortés.
Cerca del pueblo de Izancanac, según relata el propio Hernán Cortés, ubicado en lo que es hoy Tabasco, corrieron rumores de que se estaba tramando un levantamiento por parte de Cuauhtémoc en contra de los españoles y su gente. Cortés ordena entonces indagar sobre el particular y el mismo Cuauhtémoc es obligado a confesar: dice que está enterado de algo, pero que no tiene mayor participación en ello.
Lo anterior es suficiente para que Cortés tome la determinación de condenar a muerte a Cuauhtémoc y al señor de Tacuba. La orden se lleva a cabo, siendo ahorcados los dos que, según relata Bernal Díaz del Castillo, se llevó a cabo con disgusto de todos los que allí estaban.
Fuentes: RAH Cuauhtémoc
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