Los Totonacas
Los totonacas ocuparon una pequeña franja atlántica de Mesoamérica. Se les sitúa como pueblo en torno al año 800 d.C. dentro del periodo conocido como clásico tardío. Se cree que los totonacas pertenecieron a una rama del núcleo huasteco, descendiente de los mayas; esto es debido a las muchas similitudes en el idioma y en las costumbres, así como sus dioses y ceremonias religiosas.
La sociedad totonaca se dividía en clases sociales con el cacique a la cabeza, seguida de nobles, sacerdotes, artesanos y mercaderes. Estaban regidos por una suerte de matriarcado y profesaban una religión politeísta, que adoraban al sol, a la luna, al planeta venus; los fenómenos naturales eran también motivos de adoración; Quetzalcoatl y Coatlicue fueron deidades veneradas por el pueblo totonaca.
Básicamente, eran buenos comerciantes y agricultores, cultivadores de maíz, algodón, chile y frijol; pero, sin duda, son “la tierra de la vainilla”, tan apreciada antes y después de la conquista.
Se conocen tres de las ciudades más importantes que podrían haber sido habitadas por los totonacas en distintas épocas, de ellas quedan restos arqueológicos destacables que han perdurado en el tiempo:
El Tajín. La ciudad quedó intacta y el deterioro que presenta hoy es debido al transcurso del tiempo, no a la intervención humana. Los historiadores, a pesar de encuadrarla dentro del periodo posclásico, no se ponen de acuerdo en torno a que se trate de una ciudad perteneciente a la cultura totonaca.
Papantla. Su nombre podría provenir de los pájaros que vivían en su entorno. Pervive todavía como “la ciudad perfumada” por ser el centro del cultivo de la vainilla, que durante siglos fue apreciada en todo el mundo como única.
Cempoala. Su nombre tiene relación con ser abastecedora de aguas para la agricultura. Todavía posee un importante acervo cultural en torno a sus raíces totonacas.
En la época de la conquista, era la ciudad más relevante. Cuando los españoles, en 1519, salieron de Veracruz marchando hacia el interior del continente, supieron de una ciudad en el camino con nombre Cempoala. Cortés envió un mensaje de su inminente llegada, reuniéndose con su cacique, Xicomecóatl, al que llamaron por su envergadura física, “el jefe Gordo”, quien los recibió de buen grado, los alimentó y les proveyó de habitaciones. Cuenta los cronistas que Cortés preguntó cómo podría devolver esta hospitalidad y Xicomecóatl relató a Cortés sus quejas amargas contra el gran Moctezuma, pues, desde mediados del siglo xv, Cempoala y muchos otros centros costeros de Veracruz fueron atacados y derrotados por el ejército de Moctezuma I, imponiendo a los habitantes de la ciudad un elevado tributo de bienes y de víctimas para sacrificio, obligándoles a enviar cientos de niños cada año para sus rituales religiosos o para ser usados como esclavos.
En años posteriores a la conquista, la viruela diezmó la población de Cempoala. Era conocida entre los españoles como Villaviciosa, que significa “villa fértil”, por la gran cantidad de fiestas y enormes huertos y jardines con que contaban, así como el carácter festivo y alegre de sus habitantes. Como consecuencia de las epidemias, fue totalmente abandonada y los pocos sobrevivientes se trasladaron a la ciudad de Xalapa. Hacia 1838 volvió a ser habitada gracias la actividad ganadera en la zona, en donde la conocían como “El Agostadero”. Fue el historiador mexicano, Francisco del Paso y Troncoso quien la redescubrió para la historia en el siglo XIX.
Los totonacas, en los primeros años de la conquista, se convirtieron en fieles aliados de los españoles. Más tarde, durante el virreinato de la Nueva España, la región totonaca gozo de gran prosperidad pues, durante casi tres siglos, fue el único productor de la apreciada vainilla, exportándose a todos los continentes.
La vainilla supone la exquisita aportación del mundo prehispánico al viejo mundo, que fue descubierta por la cultura totonaca a la que llamaban Xanath “flor negra”. México tuvo un monopolio en el cultivo de vainilla hasta mediados del siglo XIX, cuando los franceses se llevaron las orquídeas a algunas islas en el océano indico, incluyendo Madagascar, donde por lo general se le llama vainilla de Borbón. En México las plantas dependían de una clase especial de abeja, la melipona, para la polinización. Madagascar no tenía ninguna de estas abejas, por lo tanto, los franceses aprendieron como polinizar las flores a mano. La vainilla cultivada ya no es solo por las abejas. Ni siquiera en México.
Fuentes: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Bernal Díaz del Castillo
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