El cacique Quibián y Santa María de Belén
En su recorrido por la costa oriental del nuevo continente y con las naves deterioradas, Cristóbal Colón, en su cuarto viaje, decide desembarcar en la boca de un río que presentaba facilidades. Era el 6 de enero de 1503, día de los Reyes Magos, Colón llamó «Belén» a ese nuevo recodo de su largo camino.
Los nativos del territorio, acostumbrados a comerciar con las embarcaciones que visitaban sus costas, recibieron cordialmente a los visitantes.
El adelantado Bartolomé Colón, quien se había embarcado con su hermano Cristóbal, marchó en busca del cacique del territorio y, tras ascender con botes bien armados por el río una legua y media, llegó a la residencia de quien gobernaba el área de la costa panameña entre la laguna de Chiriquí y Punta Rincón. Ese cacique ha pasado a la historia como Quibián. Al parecer ese nombre proviene de una interpretación errónea de los hombres de Colón a la respuesta: «Kubien» («duerme»), cuando ellos preguntaron por el cacique.
Quibián se entrevistó con el Almirante en una de sus naves. Se presentó ante él usando taparrabos, pechera, corona, anillos y pulseras de oro. Colón, que seguía soñando con encontrar las riquísimas tierras de Oriente, posiblemente creyó que por fin habían llegado a la península del Quersoneso Áureo (nombre que daban los antiguos a la península de Malaca) rebosante en oro. Con la certeza de que estaba por fin ante su sueño, decidió explorar las costas vecinas, abastecerse de alimentos e iniciar la búsqueda de yacimientos auríferos.
El 24 de febrero de 1503, Colón decide fundar un asentamiento para asegurar la posesión de la comarca. En una pequeña elevación cercana a la desembocadura del río, construyeron varias casas de palma para depósitos de las provisiones y para alojamiento de la gente, llamaron al sitio Santa María de Belén. Esta pequeña población debía constituir la base para explorar las riquezas de la región, especialmente el oro del que los indígenas les hablaban y del que hacían alarde en su indumentaria.
Cristóbal Colon, en septiembre de ese mismo año, partió para finalizar su viaje, quedando su hermano Bartolomé al frente de una pequeña guarnición.
Quibián sentía en secreto una profunda indignación hacia aquellos extranjeros que edificaban casas para establecerse en su territorio y por ello envió mensajeros a todos los rincones de su reino con el fin de que se presentasen ante él todos los súbditos armados con el pretexto de preparar una batalla. Informados los españoles de las intenciones de Quibián, y para sofocar la rebelión, Bartolomé Colón decidió atacar el poblado de Quibián. Sorprendieron al cacique junto a su familia y principales allegados; todos fueron tomados prisioneros y trasladados al emplazamiento donde se refugiaban los españoles.
Cuando eran transportados en un bote por el río, Quibián se arrojó al agua. Sus captores creyeron que perecería ahogado, pues estaba atado de pies y manos, pero sobrevivió y juró volver para rescatar a sus familiares y para matar a todos los blancos. Poco tiempo después, Quibián conseguía aunar a otras tribus y atacar a los españoles que después de enfrentarse a ellos y conseguir hacerlos huir, en abril de 1503, abandonaron definitivamente Santa Maria de Belén.
Cuentan que poco tiempo después, los indígenas ocuparon el asentamiento fundado por los españoles para evitar que estos volvieran a establecerse en el mismo lugar.
Fuentes consultadas: RAH, Quibián
Lecturas recomendadas