Los Otomíes
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Los Otomíes

De los otomíes, cuenta Fray Esteban García que los chamanes
“Pedía sumo silencio y recato con los que no eran de su secta, y, en particular, con los religiosos cuando se confesaban, advirtiéndoles que no les confesasen cosa semejante, y concluido el sacrificio, comían, se embriagaban, cantaban y bailaban”


Los otomíes podrían ser los más antiguos pueblos asentados en el corazón de lo que hoy es México. El nombre otomí, es una palabra de procedencia náhuatl, que significa “quien camina con flechas” o “flechador de pájaros”. Vivían en diversas regiones geográficas de los valles centrales: zonas lacustres, bosques en las serranías, semidesierto del pie de monte y las quebradas de la Sierra Madre Oriental. Cada uno de estos entornos influía en la cultura de sus habitantes que se asentaban en aldeas, eran preferentemente agricultores dedicados al cultivo de maíz, frijoles y calabazas. Los grupos que habitaban las ciudades se dedicaban al comercio, especialmente de textiles.

La religión tradicional de los otomíes, estaba organizada en un panteón politeísta dominado por la pareja primordial «Madre Vieja» y «Padre Viejo». Tras ellos, aparecían otras figuras que influían en la vida de los humanos, como el Señor Sol (Maka Hyadi), la Dama de las Aguas, el Señor Tierra o el Abuelo Fuego. En otro escalón inferior estaba ocupado por señores menores. 

Zona aproximada -hábitat de los otomíes-
Zona aproximada -hábitat de los otomíes-

 

Cuando los conquistadores españoles llegaron a Mesoamérica, los otomíes poblaban principalmente el valle de Mezquital, Querétaro y el actual Estado de México.


 

La relación entre los otomíes y los castellanos durante la conquista fue compleja; estuvo caracterizada por una mezcla de conflicto, alianza y adaptación.

Los conquistadores llegaron a las regiones del centro de México, en 1519. Por entonces, los otomíes eran súbditos de Moctezuma al que rendían tributo, excepto los habitantes de las montañas de Tlaxcala, quienes se hallaban exentos de los tributos a cambio de sus servicios militares en defensa de las zonas fronterizas del territorio confederado. 

 

La batalla de Otumba – Cortés arrebata el estandarte de los mexicas-
La batalla de Otumba – Cortés arrebata el estandarte de los mexicas-
Cuando en junio de 1520 el ejército de Cortés huye de Tenochtitlan en el episodio conocido como la "Noche Triste", los otomíes del pueblo de Teocalhueyacan, creyendo ganar su libertad al hacer una alianza con los nuevos invasores, les ofrecieron refugio. 
A instancias de este grupo de otomíes, Cortés atacó por sorpresa a los nahuas de Calacoaya el 2 de julio de 1520, aliados de la Triple Alianza y enemigos de los otomíes. 
Más tarde, los españoles partieron hacia el territorio aliado de Tlaxcala; en su camino se enfrentaron nuevamente con los mexicas que les habían perseguido en su huida de Tenochtilan en la Batalla de Otumba. En esa batalla Cortés y sus hombres resultaron victoriosos ayudados tanto por súbditos de Tlaxcala como por otomíes de Teocalhueyacan. 

 

Sin embargo, en diversas batallas, los pueblos otomíes, siguieron alineados con los mexicas, pero a medida que avanzaba la conquista, algunos grupos se fueron aliando con los españoles, basándose en acuerdos de interés mutuo para derrocar a su común enemigo. Con este motivo, participaron en varias batallas importantes junto a los españoles, proporcionando guerreros y prestándoles su apoyo militar, logístico, el conocimiento del terreno y de los recursos, lo que facilitó el avance de los españoles hacia Tenochtitlán.

 Una vez integrados con los españoles, la sociedad otomí tuvo cambios muy significativos en su forma de vivir. Muchos de ellos fueron evangelizados y se sometieron al nuevo sistema social.


En torno a 1530 y hasta 1541 los franciscanos realizaron las primeras tareas de evangelización, concentrados en Mandenxhí (Xilotepec) y Mähñem’ì (Tula), transcurrido ese primer momento, los franciscanos serán reemplazados por los agustinos. 

Gran parte de éxito de los evangelizadores consistió en la introducción de los santos de la iglesia católica en su sistema politeísta, pues, con el tiempo, los otomíes incluyeron a los llamados zindahmu, “grandes señores venerados”, adaptando a esos grandes señores a su propio sistema en un curioso sincretismo.

Los mitos de los otomíes contemporáneos conservan huellas de dioses antiguos, pero fueron modificados para propagar la fe católica.

En otro orden de cosas, la expansión hacia el norte de los nuevos territorios bajo la Corona de Castilla durante el siglo XVI fue, ante todo, un esfuerzo de los guerreros otomíes, quienes lucharon con los españoles, colonizando las áreas de Querétaro y Guanajuato habitadas por chichimecas nómadas. Así quedó manifestado en varias ocasiones como con Nicolás de San Luis Montañez que, al frente de un numeroso ejército llegó a Ixtachichi Mecapan («Tierra Blanca de Chichimecas»), villa otomí liderada por el cacique Juan Mexici, quien aceptó de buena gana someterse a la Corona de España. Este hecho tuvo lugar el día de San Juan Bautista, y en su honor, pusieron a la población el nombre de San Juan del Río. Por otro lado, el 25 de julio de 1531, los españoles, en alianza con el otomí Conín, cacique de Jilotepec fundó la ciudad de Santiago de Querétaro.

En cuanto a los territorios que habitaban, todas las comunidades otomíes del Valle del Mezquital y la Barranca de Meztitlán fueron repartidas en encomiendas. Posteriormente, al modificarse la legislación española y aparecer las llamadas Repúblicas de Indios, permitieron cierta autonomía de dichas comunidades otomíes con respecto a las poblaciones hispano-mestizas.

La creación de estas Repúblicas de Indios, el fortalecimiento de los cabildos indígenas y el reconocimiento de la posesión de las tierras comunales por parte de la Corona de Castilla fueron elementos que permitieron a los otomíes conservar su lengua y, hasta cierto punto, su cultura indígena. 

 

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