|

Diego Álvarez Chanca – Testigo presencial-

Diego Álvarez Chanca, en calidad de médico, se embarcó en la segunda expedición a las Indias que partió de Cádiz en 1493. De su experiencia, nos dejó un valioso testimonio sobre el viaje y sobre los primeros tiempos de los españoles en las nuevas tierras, lleno de espontáneas observaciones.

A Diego Álvarez Chanca se le supone sevillano, aunque no hay evidencias de ello. Sí se sabe que, siendo ya médico real, solicitó su inclusión entre los que viajaron con la expedición que cubrió el segundo viaje de Colón en 1493, del cual regresaría con los primeros disidentes. Sin embargo, de su viaje dejó una carta escrita en la ciudad de la Isabela, que fue enviada al cabildo de Sevilla. En esa carta relataba sus impresiones a medida que se fueron produciendo los encuentros con un mundo tan desconocido y sorprendente. 

En la recreación de todo el trayecto, fue aportando datos, tanto geográficos como la silueta de las montañas que dibujaban el perfil de las desconocidas tierras, sus ríos o sus cascadas, como sus impresiones sobre la riqueza de la flora y la fauna, el color o el sabor de las plantas exóticas, los animales tan diferentes a los que él conocía o aquellos que servían de alimento a los nativos.

Diego Álvarez Chanca

De las gentes que habitaban las nuevas islas encontradas, describe múltiples detalles como las ropas que vestían o cómo adornaban sus cuerpos, la forma de las viviendas y lo que guardaban en su interior, así como las curiosas costumbres en su alimentación o su manera de relacionarse.  

Cuenta con gran detalle sus apreciaciones personales sobre una multitud de cosas que podrían parecer insignificantes, pero que van dando forma a ese mundo tan distinto: 

 

Diego Álvarez Chanca -testigo presencial-

y de allí conocimos cuales eran Caribes de las mujeres é cuales nó, porque las Caribes traían en laspiernas en cada una dos argollas tejidas de algodón la una junto con la rodilla, la otra junto con los tobillos: de manera que les hacen las  pantorrillas grandes, é los sobredichos logares muy ceñidas, que esto me parecen que tienen ellos por cosa gentil, ansí que por esta diferencia conocemos los unos de los otros.

Sin duda, se impresionó con las costumbres antropófagas de los llamados caribes, perseguidores incansables de los más tranquilos habitantes, que vivían con el miedo de ser atacados por quienes capturaban y mutilaban a sus hijos o a sus mujeres para servirse de ellos antes de convertirlos en su alimento. De eso deja varios testimonios que evidencian su gusto por la carne humana:

En este puerto estovimos ocho dias a causa de la perdida del sobredicho Capitan donde muchas veces  salimos a tierra andando por sus moradas é pueblos, que estaban a la costa, donde hallamos infinitos huesos de hombres, é los cascos de las cabezas colgados por las casas á manera de vasijas para tener cosas.

Dicen que la carne del hombre es tan buena que no hay tal cosa en el mundo y bien  paresce porque los huesos que en estas casas hallamos todo lo que se puede roer todo lo tenían roido, que no halla en ellos sino lo que su mucha dureza no se podía comer.

Aunque no las nombra, se evidencia que fueron recorriendo un rosario de pequeñas islas, hasta llegar a Borinquén, la actual Puerto Rico, y más tarde a La Española, donde pensaban reencontrarse con los marineros que tuvieron que quedarse en el Fuerte de la Navidad, tras el encallamiento de la nao Santa Maria, y bajo la protección del cacique Guacanagarí, cuyo encuentro describe.

Ya en la isla de La Española, relató las penurias de los viajeros al llegar a tierra, las enfermedades, el enclave para la edificación de la ciudad de la Isabela, la búsqueda del oro en las regiones del Cibao y Niti, en donde el metal preciado podía recogerse entre las piedras. Pero también habla de la mansedumbre y la buena disposición de las gentes que la habitaban:

Lo que paresce desta gente es que si lengua tuviesemos que todos se convertirían, porque cuanto nos ven facer tanto facen, en hincar las rodillas á los altares, é al Ave María, é á las otras devociones é santiguarse; todos dicen que quieren ser cristianos (…) 

 

A lo largo de siglos, este documento estuvo guardado celosamente, tal vez por contener información considerada extravagante, en cuanto a los modos de vida de los indígenas, que alguien, seguramente en el Vaticano, no creyeron conveniente sacar a la luz.


Diego Álvarez Chanca -testigo presencial-
Retrato de Álvarez Chanca

A partir de su vuelta a España, parece ser que, Diego Álvarez Chanca permaneció en la ciudad sevillana, en donde vivió dedicándose, en el ejercicio de su profesión, a escribir algunos tratados de medicina que han llegado hasta nosotros y desde donde mantuvo algunas relaciones comerciales con las nuevas tierras.

 

Lecturas recomendadas

Amazon

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *