Fray Francisco de Aguilar -Cronista y Conquistador-
«… Andando más adelante, ya que llegaba el dicho Cortés obra de un tiro de piedra de él , se apeó el solo del caballo en que iba, y el dicho Motecsuma salió de la litera y echó al cuello del capitán unos collares de oro y piedras, y dicho Cortés le echó al cuello un collar de margaritas (perlas); y con toda crianza le habló que fuese muy bien venido, que a su casa venía; y el capitán le dio las gracias por tan buen recibimiento y así poco a poco entramos en un gran patio de muy gran circuito…»
Francisco de Aguilar nació en la provincia de Badajoz, Extremadura, en 1479. Cuando contaba treinta y tres años de edad, obtuvo su licencia para pasar a las Indias, junto a su hermano Alonso. En 1518 los dos hermanos se encuentran en la isla de Cuba, desde donde partieron con la expedición que planeaba Hernán Cortés.
Francisco de Aguilar fue testigo de excepción de la conquista de México, de la destrucción de Tenochtitlán y de la muerte de Moctezuma II. De hecho, cuando ocurrió el óbito del emperador mexica, se encontraba con él en el tejado del palacio de Axayácatl. Y estaba tan cerca que resultó herido en el ataque de los propios aborígenes.
En la larga vida de Fray Francisco de Aguilar no queda claro que las actividades de ambos hermanos no estén confundidas por parte de sus contemporáneos y de historiadores posteriores quienes hablan de una sola persona, mientras otros separan perfectamente la vida de Alonso, que se hizo rico con una venta llamada precisamente «Aguilar» entre las poblaciones de Veracruz y Puebla; Francisco, por su parte, después de la conquista de México, lo dejó todo para ingresar en la orden de los dominicos.
Para Bernal Díaz del Castillo, Alonso de Aguilar se hizo rico gracias a una “venta”, llamada precisamente de “Aguilar”, que estaba en el camino entre Veracruz y Puebla. En 1534 decidió dejarlo todo e ingresar como dominico, cambiando su nombre de pila —Alonso— por el de fray Francisco, en honor al humilde religioso de Asís.
De acuerdo con Robert Himmerich, estudioso de la época de la conquista, Alonso de Aguilar fue el que se enriqueció con su encomienda de indios pero, sobre todo, con su venta o posada mexicana, llevando una vida holgada el resto de su vida. En cambio, Francisco de Aguilar, tras participar en la conquista, decidió dejarlo todo e ingresar en la Orden dominica.
Dentro de la Orden de Predicadores, se dedicó de cuerpo y alma, durante largas décadas, a la evangelización de los indios.
Ya anciano, pues superaba los ochenta años, fue convencido por sus propios compañeros de cenobio para que escribiera una crónica sobre lo ocurrido en la conquista de México. Fue su intención, como él mismo afirmó, escribir un relato breve “sin andar por ambages ni circunloquios”. El resultado fue una obra sobria, pero también precisa, y, como dice Esteve Barba, “no exenta de vida y soltura literaria”.
La tituló Relación breve de la conquista de Nueva España. El texto lo dividió en un preámbulo y ocho partes que abarcan desde el período de gobierno de Diego Velázquez en Cuba hasta el sometimiento definitivo del imperio mexica por las huestes de Hernán Cortés.
En su obra, el dominico reflejó con acertada psicología los más íntimos deseos, sensaciones y miedos que embargaron a los soldados cortesanos. Tan hermosa fue la obra de Fray Francisco que el arzobispo Pedro Moya de Contreras, conocedor de las aficiones históricas del Rey Prudente, Felipe II, se la obsequió el mismo año en que falleció el buen monje.
El manuscrito original se conserva actualmente en el Monasterio de El Escorial junto con otros manuscritos del siglo XVI tocantes al Nuevo Mundo. Ha sido editado en varias ocasiones desde 1903, fecha en que conoció por primera vez la letra impresa.
Francisco de Aguilar murió en 1571. Los últimos años de su vida vivió aquejado de una fuerte y dolorosa artritis úrica que le impedía desempeñar una vida normal.
Fuentes: RAH Francisco de Aguilar
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