Mártir de Anglería
Dice de los Reyes Católicos que “profeso veneración al Rey y a la Reina de España, tan íntimamente compenetrados, como a seres sobrehumanos, pues es seguro que trascienden a divinidad”. Dice de la Reina: “Es esta mujer más fuerte que un varón fuerte”. Continuamente deja entrever que España y esta Monarquía está predestinada a grandes gestas y él se ve como un privilegiado para contárselo al mundo.
Los motivos que explican su venida a España los resume así: se sintió atraído por la fama de los Reyes Católicos, por la unidad de los reinos de España que contraponía dolorosamente a la división de Italia, por la lucha contra los infieles: “Dije que Italia estaba tranquila en el exterior, pero que —para su ruina— en el interior estaba demasiado afanosa: que en España sucedía todo lo contrario. Italia se desgarraba en opuestas tendencias. Mientras que España estaba completamente unificada”.
Pedro Mártir de Anglería nació en Arona (Italia), en torno a 1456. En su juventud tuvo una sólida formación humanística. Llegó a Castilla de la mano de Íñigo López de Mendoza, II conde de Tendilla, que lo trajo con él al acabar su encargo como embajador en la Santa Sede.
Poco tiempo después de su llegada fue introducido en la Corte, en donde fue nombrado contino, dedicándose a la enseñanza de los nobles, a quienes instruía en latín, formación moral, conocimiento de la historia y de la Iglesia. Se ordenó como sacerdote y a lo largo de toda su vida estuvo al lado de los reyes que se fueron sucediendo, siendo testigo privilegiado de importantes acontecimientos de la época, desde la campaña de Granada o la guerra de los comuneros, hasta el peregrinaje de la reina Juana junto al féretro de su esposo muerto.
En 1518 el nuevo monarca, Carlos I, le incorporó a los asuntos indianos y le nombró consejero de Indias. Dos años más tarde le encomendó las funciones de cronista, con un sueldo anual de 80.000 maravedís. Al final de su vida, en 1523, fue nombrado arcipreste de Ocaña y en 1524 abad de Jamaica, a la que llamó “paradisíaca esposa”, a la que nunca conoció, sino por las descripciones de los que regresaban de ella.
Dejó varias obras escritas relacionadas con sus otras actividades: la Legatio Babilónica, resultado de una misión diplomática que le encargó el rey Fernando ante el sultanato mameluco de Egipto, y el Opus epistolarum, una colección de más de ochocientas cartas en las que informaba a sus amigos y protectores de todo lo que sucedía en España, desde 1488 hasta el final de su vida.
La tercera gran obra de Pedro Mártir de Anglería son las Décadas De Orbe Novo. Para muchos, esas crónicas lo convirtieron en “el primer cronista de América” o “el primer historiador del Nuevo Mundo”. Las fue componiendo a lo largo de más de treinta años. La información la obtenía de primera mano al ser miembro del Consejo de Indias, así como de los propios protagonistas quienes pasaban por su casa, a la vez que otros le enviaban escritos y documentos relativos a los descubrimientos americanos.
Al igual que su Epistolario, De Orbe Novo constituye una fuente de primer orden al ser contemporáneo de los hechos que relata. Fueron escritas con carácter epistolar y se publicaron no de una vez, sino por partes.
En 1526 Pedro Mártir de Anglería fue enterrado en la catedral de Granada con el siguiente epitafio en latín: “Rerum aetate nostra gestarum, et novi orbis ignoti hactenus illustratori, Petro Martyri Mediolanensi, caesareo senatori: qui patria relicta, bello granatensi miles interfuit: mos urbe capta, primum canonico deinde priori sanctae huius eclasiae decanus, et capitulum charissimo collegae possuere sepulchrum. Anno MDXXVI” (“Al cesáreo senador, iluminador de las antiguas gestas en nuestra edad y del nuevo orbe desconocido; el cual, dejada su patria, actuó como soldado en la guerra de Granada, y, tomada la ciudad, fue primer canónigo y después Prior y decano de esta Santa Iglesia. El Capítulo erigió este sepulcro a su carísimo colega. Año 1526”).
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