La Isabela -Ciudad olvidada-
Para el segundo viaje de Colón, los Reyes habían ordenado al Almirante que llevara «oficiales y artesanos sin cuento de todas las artes mecánicas». Y así lo hizo, «Llevé maestros de todas maneras de ofiçios que en fabricar çiudad y villa menester heran, con todos sus estrumentos»
Cristóbal Colón era un navegante que tuvo que hacer de poblador. En las capitulaciones se contemplaba el deber de abrir nuevas rutas marítimas y terrestres, asumiendo la responsabilidad de asentar villas y de levantar ciudades.
De Cádiz había partido, el 25 de septiembre de 1493, una magnífica flota de 17 naves con una pequeña multitud de gentes, entre 1200 y 1500 hombres y algunas mujeres, dispuestos a poblar los que se prometían como fabulosos territorios hallados al otro lado del mar. Las bodegas de los barcos viajaron repletas de animales domésticos: vacas, caballos, cerdos y gallinas; semillas y plantas, algunas fructificaron, entre ellas, la caña de azúcar que viajó desde Canarias para instalarse definitivamente en el Nuevo Mundo
Ya en las nuevas tierras, y después de encontrar el fuerte de la Navidad destruido
y los marinos que allí quedaron, muertos, Colón emprende
la búsqueda de un lugar en donde fundar lo que sería
la primera ciudad española en el Nuevo Mundo.
Pronto, a 25ºN —no se sabe con qué criterio—,
encontraron un paraje apropiado. Estaba situado
sobre un promontorio, en la desembocadura de un río al que nombran Bajabonico,
junto a un pueblo de indios. Al oeste una playa extensa, en cuyo extremo se
hallaba un espléndido puerto. A los pies del
promontorio, una hermosa vega cobijada por dos
montañas de cal y de piedra, imprescindibles para
edificar; detrás de ellas, otro río configuraba
la segunda vega que abastecería la ciudad.
Hallado el lugar idóneo, los vestigios arqueológicos muestran la configuración de la pequeña ciudad, al estilo medieval, con la existencia de una valla de piedras y tierra, con una plaza central, a la manera de las ciudades castellanas; las huertas rodeaban el perímetro de la ciudad. La arqueología solo ha podido identificar con exactitud la iglesia y el cementerio, aunque por las descripciones que hacen los cronistas, el «palacio» de los Colón fue quizá la única casa edificada por entero de cantería.
El día 6 de enero de 1494, festividad de la Epifanía, en la recién fundada ciudad a la que llamaron La Isabela, en honor a la Reina, se celebró la primera misa concelebrada por doce clérigos bajo la dirección de fray Bernaldo Boyl.
Las instituciones que posteriormente fueron configurando la colonización de todo el Nuevo Mundo comenzaron en esa ciudad: el 24 de abril del mismo año se constituyó el primer cabildo de América y se erigió un incipiente tribunal donde los Colón impartían justicia. En La Isabela se fundió el primer oro americano. De su puerto salieron para la península los primeros cargamentos de indios esclavos. En La Isabela intentó Colón su política fiscal, sin éxito, que consistía en la entrega de oro y algodón. Tras el fracaso de esa política por inviable, decidió el virrey, en 1495, repartir indígenas y tierras entre los colonos, dando origen a lo que más adelante se llamarían las encomiendas.
Sin embargo, el destino de la ciudad fue trágico: en la primavera de 1494, cuando apenas contaba con diez meses de existencia, un fuego la destruyó en sus dos terceras partes. Un año más tarde, en julio de 1495, un huracán acabó con las pocas casas que quedaban en pie, quebró las amarras y hundió las dos naos fondeadas en el puerto: la Marigalante y la Gallega, que fueron las primeras alhóndiga y cárcel de La Isabela. Para entonces, los indígenas, que en un primer momento colaboraron con los nuevos colonos, habían dejado de hacerlo, negándose a sembrar los campos para proporcionar alimento a la población.
No es difícil imaginar el aspecto que la ciudad presentaba para entonces: hambre, enfermedad, muerte, casas destruidas, pillaje y la consiguiente desmoralización de la gente que soñaba con una rápida vuelta a Castilla. Aquellas no eran las Indias prometidas.
A mediados de 1496, Colón llegó de vuelta a Cádiz. Desde allí envió una carta a los reyes, asegurándoles que había encontrado muy buenas minas en el sur de la isla y sugiriendo la implantación de una nueva ciudad y puerto en esa zona tan maravillosa y fértil. Los monarcas, crédulos, contestaron a su almirante, que ellos daban por bueno lo que él apreciase. Recibida la autorización, Colón escribió a su hermano Bartolomé pidiéndole que buscara por el sur de la isla algún puerto para poblar y, una vez encontrado el lugar, trasladase todo lo de La Isabela y la despoblase.
Durante siglos la pequeña urbe fue completamente olvidada hasta que, con motivo del IV Centenario del Descubrimiento en 1892, se habló de su existencia. A comienzos del siglo XX, se empezaron las excavaciones arqueológicas que han ido sacando a la luz la corta e intensa vida de la primera ciudad española en el Nuevo Mundo.
Fuente: La Isabela, la primera ciudad europea del Nuevo Mundo —Consuelo Varela—