Cartagena de Indias -Pedro de Heredia-
La Bahía de Cartagena fue descubierta en 1501, nueve años después de que Colón hiciera su primer viaje al nuevo mundo, por Rodrigo de Bastidas, natural de Sevilla.
Pedro de Heredia era un español de hidalga condición, nacido en Madrid. Con anterioridad a su llegada a la bahía continental, ya había visitado el Caribe con Bartolomé Colón, y había pasado una estancia en la ciudad caribeña de Santa Marta como teniente del Gobernador Pedro de Badillo. Después de obtener la pertinente capitulación, en enero de 1533, Pedro de Heredia y su gente llegaban desde Cádiz a la bahía de Cartagena. Es el propio conquistador en cartas escritas por él mismo quien relata su llegada, la formación de un asiento provisional y el recorrido por buena parte de su gobernación buscando el lugar más apropiado para establecer la ciudad principal.
En su búsqueda, puede decirse que fue el motor principal de la ocupación de la gobernación de Cartagena. Se le considera el primer organizador de la vida ciudadana en el sentido de que constituyó los primeros ayuntamientos de las recién fundadas ciudades y otorgó, en función de las atribuciones explicitadas en su Primera Capitulación, los iniciales repartos de tierras y solares a los nuevos vecinos. Fue partícipe, directa o indirectamente, de buena parte de las fundaciones, como San Sebastián de Buena Vista, María y Santa Cruz de Mompox. En su rápida y efectiva ocupación de la gobernación entró en múltiples y sonadas disputas con otros conquistadores vecinos, entre ellos con el conocido Sebastián de Benalcázar.
La mayor parte de los historiadores admiten -sin que la polémica haya concluido- como fecha de la fundación de Cartagena el 1 de junio de 1533, con base en los escritos de Gonzalo Fernández de Oviedo y a la correspondencia de Pedro de Heredia con el Rey.
Por su parte, el cronista, Juan de Castellanos, data la fundación de Cartagena de indias el 20 de enero de 1533. Agrega el cronista que Heredia pensó en llamar a la nueva ciudad La Nueva Andalucía, pero prefirió el nombre de Cartagena por la semejanza con su homónima del Levante español. Afirma, por su parte, que se hizo en el mismo sitio en que los aborígenes caribes habían levanto un poblado llamado Calamarí, que en lengua indígena significa cangrejo. Se dice que los indios que allí habitaban no opusieron resistencia ante el español y que abandonaron el poblado: «Cuando llegamos no hallamos a nadie dentro, sino los bohíos cerrados; no consentí yo que se les entrase en ninguna casa ni se les tomase nada…» (Pedro de Heredia, 1533). No obstante, la leyenda cuenta que una mujer indígena, llamada Catalina sirvió de intérprete entre los pobladores nativos y los españoles recién llegados a América.
Felipe II, por Real cédula expedida en Madrid, dio a Cartagena el título de Ciudad, así como un escudo de armas en 1575, por la cual se le concedía el título de Muy Noble y Leal Ciudad. En las mismas fechas, su Gobernador, por entonces Pedro Fernández de Busto, se expresaba en los siguientes halagüeños y optimistas términos: «En tantos años, les he hecho casas de cantería y calles tan principales como las hay en España e Iglesia Catedral suntuosa y monasterios de frailes y hospitales principales y les he fortificado en muelle y puerto y les traigo ahora el agua tres leguas de aquí, que será obra romana importantísima, con lo cual dejaré esta ciudad de manera que sea el tercer pueblo de todas las Indias…»
El tiempo y su situación geográfica convirtieron a Cartagena en una ciudad de vida rica e intensa y su puerto en uno de los más importantes de la costa atlántica de los territorios de Indias. Las huellas de su prosperidad han quedado manifestadas en sus ricas edificaciones y, en las personalidades que la vivieron, se manifestó su vocación profundamente humanista, como el jesuita San Pedro Claver -conocido como el esclavo de los negros- por su dedicación en socorro de quienes habían caído en tan lamentable condición.
Envidiada al haberse convertido en el centro de un importante comercio de mercancías de toda índole, riquezas y esclavos, fue muy codiciada por corsarios, piratas y por la ambición de otros países que la hicieron testigo de múltiples ataques e intentos de saqueo que siempre se vieron frustrados. Por esta razón, y principalmente en los siglos XVI y XVII, fueron construidas sus murallas y fortificaciones -toda la ciudad está rodeada por una impresionante muralla defensiva que incluye el Castillo San Felipe de Barajas, uno de los fuertes más grandes y complejos construidos por los españoles en América-. La infraestructura aún pervive, dando fiel testimonio de su importancia estratégica y comercial durante toda la época virreinal.
Fuentes: RAH Pedro de Heredia
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