Santa María la Antigua del Darién
A finales de 1510, llegaban desde el otro lado del golfo de Urabá, Martín Fernández de Enciso y Núñez de Balboa con los hombres que habían sobrevivido a los ataques de los indígenas, en lo que quiso ser la ciudad de San Sebastián de Urabá, fundada por Alonso de Ojeda y que tuvo que ser abandonada.
Fue construida al lado de un poblado indígena llamado Darién, e incluso una parte de ella fue superpuesta sobre este. Que el pueblo primitivo se llamara Darién lo sabemos por los escritos de Gonzalo Fernández de Oviedo, el principal cronista de la fase inicial de la conquista española que llegó a las Indias por primera vez con la armada de Pedro Arias Dávila y fue vecino durante un tiempo de Santa María la Antigua: “El río que por alli passa y el pueblo tenían un mismo nombre”
Cuando llegaron a esa nueva región, los españoles se encontraron con una fuerte resistencia de quienes la habitaban bajo el mando de un cacique llamado Cemaco. Cuentan que prometieron a la Virgen de la Antigua, venerada en la catedral de Sevilla que, de conseguir imponerse a los nativos y fundar la población que pretendían, le pondrían su nombre. Cemaco fue vencido en septiembre de 1510, y procedieron a establecer una población a la que llamaron La Guardia. No hubo en ese momento fundación formal y Fernández de Oviedo asegura que unos meses más tarde, Núñez de Balboa decidió darle el nombre prometido: Santa María de la Antigua del Darién.
El primer alcalde mayor de la ciudad fue Martín Fernández de Enciso cuya intención era convertirla en una base permanente desde donde pudieran partir las indispensables exploraciones y expediciones de la época.
Su mandato solo fue provisional, pronto se enemistó con sus hombres por el reparto de los bienes y Núñez de Balboa aprovechó la ocasión para minar su autoridad, pidiendo la creación de un Cabildo para que gobernase la ciudad que se apoderó de los barcos y empezó a actuar como máxima autoridad local; Núñez de Balboa fue nombrado alcalde. Fernández de Enciso acabó marchándose a España con la intención de dar a conocer cuanto estaba ocurriendo, poder resarcirse de sus pérdidas y desacreditar a los que allí habían quedado.
Durante los siguientes tres años en los que duró su gobierno, Balboa se dedicó a organizar la ciudad: trajo hasta allí a las gentes de Diego de Nicuesa que habían quedado en Veragua, ensanchó sus exploraciones, se enfrentó a sublevaciones de los naturales, en otros casos, estableció buenas relaciones y acuerdos con los caciques de las tribus de las tierras del istmo continental.
Según Fernández de Oviedo, a los cuatro años de la ocupación española del poblado, había en Darién:
[…] quinientos y quince hombres que estaban allí avecindados, y tenían fechas mas de cient casas o buhíos […]. Había entre aquellos pobladores primeros, mas de mill e quinientos indios e indias naborías que servían a los cristianos en sus haciendas y casas.
En 1514, Santa Maria la Antigua solo era un fuerte gobernado por aquel entonces por Núñez de Balboa. A ella llegaba ese mismo año, Pedro Arias Dávila, como el nuevo gobernador nombrado por la Corona de Castilla. Con él venía una flota de alrededor de veinte barcos procedentes de Sevilla con más de 2.000 personas.
El 29 de junio de 1514, pisaba la ciudad el nuevo gobernador, Pedro Arias Dávila. El alcalde interino, Balboa, les dio la bienvenida. A partir de entonces, la próspera colonia del Darién se fue convirtiendo en un lugar invivible, la causa eran las enfermedades y la muerte por hambre, ya que no había forma de alimentar a una población que se había multiplicado por cinco de la noche a la mañana, agravado por la enfermedad de la modorra –una enfermedad que daba fiebre, profunda somnolencia y complicaciones pulmonares o renales-.
A pesar de tantos inconvenientes, será Pedrarias Dávila el encargado de transformar el primer “pie” español en Tierra Firme de las Indias Occidentales, en una verdadera ciudad que poseía, entre otras cosas, cabildo, alcalde mayor, casa de contratación, catedral y capítulo metropolitano, convento de franciscanos, un hospital, cementerio, carnicería, pescadería y panadería y una construcción llamada el Toldo o el Placel que servía de almacén o de aduana, además de los bohíos y viviendas de los españoles.
Cuando el Mar del Sur fue descubierto y los intereses de los conquistadores se abrieron a nuevos horizontes, la situación de Santa María la Antigua cambió radicalmente: Pedrarias pretendió despoblarla llevando consigo todo cuanto pudo a la nueva ciudad de Panamá, fundada por él mismo en la costa del Pacífico. Fernández de Oviedo, que había obtenido el título de regidor perpetuo, lucharía para evitar su ruina, pero fue una batalla inútil, por lo que, el cronista decidió regresar a España en 1523.
Un año más tarde, Santa Maria la Antigua del Darién, casi despoblada, fue epicentro de la rebelión de los indígenas encomendados a los últimos habitantes españoles que se habían quedado. Así, la primera ciudad de la América continental acabaría desierta y devorada por la selva.
E sus proprios indios deste Diego de Rivero, y otros que con ellos se juntaron,
le mataron; y a un hijo suyo, de edad de ocho o diez años, le ahorcaron
de la cumbrera de su proprio buhío, y mataron a la madre de aquel niño y
otros tres o cuatro cristianos enfermos, y quemaron la mayor parte de
aquella ciudad, y entres las otras casas la mía […]
Fernández de Oviedo. Historia , vol. 3, lib. X XIX, cap. X XII)
Como sabemos por las crónicas, en Santa María de la Antigua no hubo tiempo para convertirse en una ciudad de ladrillo o de piedra, pues desapareció tan solo quince años después de su segunda fundación. Dice Fernández de Oviedo que las casas fueron construidas principalmente en madera con techos de paja, las viviendas españolas se distinguían de las de los indígenas solo por la presencia de bisagras y clavazón de hierro.
Lecturas Recomendadas