Pedro de Alvarado -El incansable-
“Siendo un pobre soldado, aunque de noble sangre, con una espada y una capa pasó a estas partes a buscar la vida” Así lo describe su compañero de armas Bernal Díaz del Castillo.
La vida de Pedro de Alvarado comienza en 1485 en Badajoz, España. Sus padres, de estirpe noble, aunque de escasa hacienda, dejaron seis hermanos y tres hermanas. En 1510, Pedro de Alvarado llegó a La Española en compañía de cuatro de sus hermanos y tuvieron como primer hogar la casa de su tío, Diego de Alvarado y Messía, regidor del ayuntamiento.
Pronto empezaron las correrías Pedro de Alvarado que, en 1511, se enrola en la expedición que el gobernador Diego de Velázquez organizó para la conquista de Cuba, en la que destacó por sus acciones y méritos; en 1513 ascendió a capitán y consiguió una importante encomienda.
Pocos años más tarde, el 25 de enero de 1518 partió de la isla de Cuba una expedición al mando de Juan de Grijalba en dirección del casi desconocido continente, que recorrió las costas de Yucatán, Cozumel y gran parte del golfo de México. Alvarado estuvo al frente de una nave y se distinguió por su valentía, temeridad y riesgo, características que siempre le acompañaron en su azarosa vida de conquistador.
En aquella expedición se tuvieron noticias
del imperio de los aztecas, cuyos emisarios contactaron por primera
vez con los españoles.
Ante tan gratas noticias, el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, organiza una nutrida expedición para adentrarse en el continente a la conquista y posesión de los reinos y tierras desconocidas. El 18 de noviembre de 1518, desobedeciendo a Diego Velázquez, quien le ordenó detener la expedición, zarpó la flota al mando de Hernán Cortés. A partir de ese momento, Alvarado se convertirá en uno de los hombres de confianza de Cortés, con quien recorrió la península del Yucatán, ascendiendo a través de la costa norte del nuevo continente. En los primeros encuentros con los tlaxcaltecas, contra los que lucharon y vencieron, Alvarado se casó con la que sería conocida como María Luisa Xicohténcatl, entregada a Cortés por su padre en prueba de su deseo de alianza.
Una vez que asentaron como base para las futuras conquistas la Villa Rica de la Veracruz, Cortés se dio cuenta de la magnitud y gran riqueza del imperio azteca y después de superar no pocos obstáculos, el 8 de noviembre de 1518, los españoles entraban en el corazón del imperio azteca, la gran ciudad de Tenochtitlán, residencia del emperador Moctezuma, cuyo palacio atesoraba grandes riquezas de oro.
Cortés se percató inmediatamente de que los aztecas le eran más bien hostiles y el día 14 del mismo mes de noviembre, con el fin de asegurar la defensa de su hueste, apresó a Moctezuma en su palacio.
Cuando Cortés abandonó la ciudad, al
tener noticias de la expedición enviada
por Velázquez para castigar su
desobediencia, Pedro de Alvarado, con ochenta hombres
y sus auxiliares tlaxcatecas, quedó en la
capital con el encargo de custodiar al emperador.
La tragedia tuvo lugar el día 16 de mayo de 1519, cuando los aztecas celebraban la gran fiesta de Toxcatl, en honor del temible dios Uitchilipochtli, a quien sacrificaban anualmente miles de víctimas humanas.
Sorpresivamente, en medio de la celebración, Alvarado ordenó a sus hombres irrumpir en la ceremonia y matar a los nobles asistentes. Este acto sangriento ha quedado registrado como la “Matanza del Templo Mayor”, que dio origen a una gran sublevación de los aztecas.
Durante treinta días estuvieron angustiosamente cercados los españoles con el prisionero Montezuma. Enterado de lo sucedido en Tlatelolco, Cortés acudió precipitadamente a Tenochtitlán a donde llegó el 24 de junio de 1520 e intentó, a través de Moctezuma apaciguar los ánimos, pero el resultado fue la muerte del emperador de una pedrada probablemente a manos de sus súbditos.
Viendo Cortés a su llegada que todo estaba perdido y que el cerco se estrechaba, el 30 de junio decidió romperlo y huir de la ciudad, dando lugar a la conocida como «La Noche Triste» En el lamentable suceso murieron entre seiscientos y ochocientos españoles.
Hernán Cortés y los hombres que habían conseguido salvarse reorganizaron su ejercito y, al cabo de unos meses, después de un largo y sangriento cerco, el 13 de agosto de 1521, entraron triunfantes en la ciudad. El imperio mexica se había desmoronado para siempre.
A partir de ese momento, Alvarado dirigió varias expediciones, destacando en la conquista de la Misteca y la zona costera de Tehuantepec. Más tarde, el 6 de diciembre de 1523, por orden de Hernán Cortés, sale de México, camino de Centroamérica en donde se encontró con una serie de reinos y señoríos, que poseían unas estructuras sociales, políticas y económicas razonablemente desarrolladas, entre los que descollaban los reinos de los quichés, cakchiqueles, zutuhiles, mames y pipiles, los cuales ofrecieron resistencia al conquistador y tuvieron que ser sometidos separadamente en tierras de Guatemala y El Salvador.
Para el asentamiento de sus conquistas, en 1524, Alvarado funda la ciudad de Santiago de los Caballeros en Iximché, capital del reino de los cakchiqueles, la cual sufriría a lo largo de los años varios traslados, pero que acabaría conformando la cabeza y principal ciudad de la Gobernación de Guatemala que, desde el año 1527 quedó bajo la jurisdicción de Alvarado. A partir de 1526, serían sus capitanes, entre los que destacó su hermano Jorge de Alvarado, los que llevaron a cabo las expediciones de conquista en Guatemala que fue muy larga; de hecho, no acabó de estar dominada hasta el año 1530.
Pero Alvarado era hombre ávido de grandes empresas, en 1532 obtiene capitulaciones del emperador para una expedición a las islas y tierras no descubiertas en el Mar del Sur, que acabó en un estrepitoso fracaso. Después de seis meses de una penosa ascensión a los Andes, que diezmó la expedición por el intenso frío, el hambre y las penalidades, se encontraron con el conquistador Diego de Almagro que les impidió el paso hacia el reino del Perú y tuvo que tornar a Guatemala, a donde llegó en abril de 1534.
Permaneció esta vez el Adelantado por algún tiempo en su Gobernación hasta que, en 1535, las autoridades de las Hibueras (Honduras), que no podían pacificar a los indios rebeldes de la región solicitaron su ayuda. Acudió a su llamada, venciendo a los indígenas de la zona y el 26 de junio de 1536, el gobernador Cerezeda le cedió el gobierno del territorio. A partir de ese momento, Honduras entra a formar parte de la Gobernación de Guatemala.
Más tarde obtendría la capitulación para el descubrimiento y conquista de las codiciadas islas de la Especiería y de las Molucas; para ello, en 1539 monta una gran armada de doce navíos que hubo de transportar, desde el lejano puerto de la Veracruz, en el Atlántico, hasta el salvadoreño de Acajutla, en el Pacífico.
En agosto de 1540 partió de Acajutla, ascendiendo hacia el Norte hasta el puerto de la Villa Purificación de Jalisco. Antes de continuar, Antonio de Mendoza, virrey de la Nueva España, y debido a los llamamientos de Marroquín, le persuade de que vuelva a Guatemala. Pero, antes de su regreso, acude Alvarado al llamamiento de Cristobal de Oñate quien solicita su ayuda para el sometimiento de los indios sublevados en Nochistlán.
Con cien hombres y, haciendo caso omiso a las advertencias de Oñate, quien le previno contra los indios que eran muy belicosos y se defendían muy bien, el 24 de junio de 1541 se presenta ante la fortaleza. Al no poder asaltar el peñón ordena la retirada.
En el repliegue de la hueste, uno de sus soldados apura su caballo, que cae rodando y atropella en su caída al Adelantado dejándolo mortalmente herido. Trasladado a Guadalajara murió el 4 de julio de 1541 a los cincuenta y seis años.
Su dramática agonía, arrepentimiento y muerte ha sido narrada por varios cronistas.
En su vida personal, murió pobre. Después de su casamiento con María Luisa Xicohténcatl, se casó dos veces: primero con la noble, Francisca de las Cuevas, sobrina del duque de Alburquerque y, a su muerte, con la hermana de esta, Beatriz de la Cueva, quien moriría trágicamente en la terrible inundación que, el 10 de septiembre de 1541, arrasó Santiago de los Caballeros.
Alvarado, sin duda, fue mejor conquistador que gobernante; pero, en la Gobernación de Guatemala contó con el ilustre y sensato clérigo, licenciado Francisco Marroquín, con el que siempre mantuvo una sincera y larga amistad y que realizó una importante labor a su lado. Lo cierto es que, en el haber del conquistador han quedado muchas y profundas huellas que no han podido ser olvidadas.
“Porque el Adelantado D. Pedro de Alvarado más quiso ser temido que amado de todos cuantos le estuvieron sujetos, así indios como españoles. Y por esta causa usó con los unos y los otros algunas demasías y desafueros con muy poca justicia y razón”. Antonio de Remesal
Fuentes: RAH Pedro de Alvarado
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